Por la mañana
siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál
es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
Eclesiastés
11.6
«Hay
sólo un gran riesgo que se debe evitar a toda costa, y es el riesgo de no hacer
nada», dijo Denis Waitley. No es común encontrar en la vida personas decididas
a arriesgar. Con frecuencia conocemos gente más preocupada por seguir la corriente
y rindiéndose ante la adversidad, que hallar personas audaces bregando ante el
viento recio y tomando algunos riesgos ante las dificultades.
Sin
embargo,
aunque no lo admitamos, vivir en este mundo ya es un riesgo.
Decía
John Maxwell: «La realidad es que todo en la vida tiene sus riesgos. Si
usted quiere evitarse los riesgos, entonces no haga nada de lo que apunto a
continuación:
·
No conduzca un automóvil. Son la causa del veinte
por ciento de los accidentes fatales.
·
No viaje ni por aire, ni por tren, ni por agua. El
dieciséis por ciento de todos los accidentes ocurren en esta actividad.
·
No camine por la calle. El quince por ciento de todos
los accidentes ocurren allí.
·
No permanezca en su casa. El diecisiete por ciento
de todos los accidentes ocurren en la casa.» [1]
Como verá,
nos exponemos al peligro casi de una manera cotidiana, y aun así debemos
continuar viviendo.
Exactamente
no sé en qué punto situacional se encuentra en este momento en la vida. De
pronto los vientos huracanados de la adversidad
están golpeando su existencia y exigiendo de usted una decisión riesgosa. La tensión se ha apoderado de sus nervios y
no sabe qué dirección tomar y piensa que lo que quiere hacer es demasiado riesgoso.
¿Cómo hacer ante tal disyuntiva? Usted tiene que elegir entre no hacer nada o
arriesgarse por hacer algo diferente y quizás difícil. Amelia Earhart lo creía
así, y su consejo cuando se enfrentó a los riesgos fue sencillo y directo:
«Decide si lo que quieres lograr es digno de los riesgos que puedes correr. Si
la respuesta es positiva, deja de preocuparte». Yo le diría algo más: «Decide
si lo que quieres lograr es digno de los riesgos que puedes correr. Si la
respuesta es positiva, CONFÍA EN DIOS y deja de preocuparte».
Esperar
las circunstancias cómodas de la vida para tomar decisiones no es una buena estrategia
para salir del dilema en que vivimos. Recuerde el principio de Dios ante la incertidumbre
y riesgos de la vida: «Por la mañana
siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál
es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno».
Eclesiastés 11.6. Charles Swindoll dijo:
No podemos esperar que las
condiciones sean perfectas. Tampoco podemos esperar a que las cosas estén libres
de riesgos: absolutamente libres, absolutamente seguras. En lugar de protegernos
a nosotros mismos, tenemos que libertarnos nosotros mismos. En lugar de
acaparar, debemos dar e invertir. En lugar de dejar llevarnos por la corriente,
debemos buscar la vida. En lugar de dudar, debemos confiar con valentía.[2]
Observe
los siguientes casos y mientras lo hace, colme de inspiración su corazón y siga sus ejemplos (espero realmente que ello
suceda). Son prototipos de personas que ante la adversidad decidieron
intrépidamente arriesgarse y confiar en Dios.
… Una mujer que a pesar de ser abandonada por el marido, tomó la
firme decisión de salir adelante y trabajar por sus cuatro hijos.
…La joven que decidió tener el bebé aun
cuando la mayoría le sugería a abortar.
…El hombre que abandona las drogas y le da su
corazón a Jesús para luego convertirse en apasionado predicador.
…La esposa que renuncia a su sueño
personal para abrazar el llamado de un esposo que decidió ser pastor.
…La señorita que decidió enfocarse en
sus estudios universitarios y postergar
temporalmente una relación amorosa, solo para obtener su grado de bachiller.
…La joven que se toma el valor de
confesarle a su padre que lo suyo no es la abogacía, sino la carrera musical.
…Y como esta gente arriesgó, Dios no los
abandonó.
¡Haga usted lo mismo! ¡Tome
riesgos, no hay otra salida!
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