miércoles, 31 de octubre de 2018

COMO TRIUNFAR SOBRE LA TENTACIÓN (Parte 2)




Eel devocional anterior vimos tres estrategias muy útiles  para vencer la tentación: Dijimos que usted debe hacer un compromiso de cuidar su integridad, debe usar la palabra de Dios y debe usar  el arma de  la oración. Hoy aprenderemos dos estrategias más: Una dellas tiene que ver con huir y la otra con pensar en las consecuencias. 

Huya de la tentación 
El consejo de Pablo al joven pastor de la iglesia de Éfeso fue: «Huye también de las pasiones juveniles…» 2Timoteo 2.22

¡Qué gran recomendación! ¡Qué sabiduría en tan pocas palabras! ¿Sabe porque? porque el pecado se produce cuando estamos de acuerdo con la tentación y la seguimos. Usted es un necio, un insensato, si sabiendo lo que lo debilita, de todos modos sigue alimentándose con ello. Al traer constantemente tentaciones ante sus ojos y permitir que se asienten en su mente, usted está jugando a caer directamente en las garras del diablo. Si las relaciones con ciertas personas lo debilitan, absténgase de ellas.
En Hebreos 11.24, 25 se dice de Moisés  que «por la fe, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,  escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado». ¿Leyó las últimas cinco palabras? (los deleites temporales del pecado) ¡Qué elocuente y que verdadera expresión! ¿El pecado es deleitoso? ¡Sin duda! Es tan deleitoso que las personas arriesgan su propia reputación para probarlo. Al hacerlo, todos los esfuerzos de nuestra mente para alertarnos sobre el peligro del pecado quedan neutralizados y olvidamos las advertencias internas. Lo mejor manera de enfrentar el juego seductor de la tentación es huyendo y no  cayendo en su insidioso juego.

Piensa en las consecuencias
Se dice que cuando un esquimal quiere matar a un lobo, esto es lo que hace: Toma una daga plenamente afilada, y la cubre con sangre de animal luego lo deja congelar. Añade luego otra capa de sangre, y otra, hasta que la hoja de dicha daga este completamente cubierta por la sangre congelada. Luego el esquimal coloca el cuchillo congelado en el suelo con la hoja para arriba. Cuando el lobo dirigido por su sensible olfato llega hasta el lugar de donde emana el olor y descubre la carnada, sin sospecha alguna lame con gusto la sangre congelada. Lame una y otra vez y con más vehemencia, succionando la hoja hasta dejar desnuda la afilada daga. Es tan fuerte su sed de sangre que el lobo lame la acerada daga en la noche del Ártico, sin darse cuenta que la cortante hoja ha cercenado su lengua, y que su insaciable sed está siendo satisfecha por su propia sangre. Su ávida sed sangrienta impulsa a la bestia a lamer aún más y más, una y otra vez…Al amanecer, el lobo yace muerto en la nieve.
 Detrás de su seductora trampa, el pecado siempre esconde sus oscuras y trágicas consecuencias. El apóstol Pablo lo advirtió cuando dijo: «Porque la paga del pecado es muerte…»   (Romanos 6. 23).
Nuestra rebelión contra Dios produce desagradables consecuencias. Dios no se queda en silencio mientras sus hijos dan rienda suelta a la perversión. Nos deja que sigamos por nuestros caminos de pecado y que cosechemos las consecuencias. Cada corazón destrozado, cada niño que nace sin ser deseado, cada guerra y tragedia tiene su raíz en nuestra rebelión contra Dios.
«La decepción juega una parte importante en la tentación satánica. Satanás evita un ataque frontal inmediato contra el mandamiento probatorio de Dios y las consecuencias anunciadas. En lugar de ello, el siembra la semilla de la duda, la incredulidad y la rebelión».[1]
El pecado le hace a la vida lo que unas tijeras a una flor. Un corte en el tallo distancia a la flor de la fuente de su vida. Al principio la flor todavía se ve atractiva y llena de color. Pero al pasar el tiempo las hermosas hojas  se marchitarán  y a los pétalos comenzarán a caer. Haga lo que hagas con la flor, la flor está muerta. 


[1] Carl G. Kromminga, en E.F. Harrison (ed.), Diccionario de Teología (Grand Rapids, Míchigan: Libros Desafío, 2002), 595.

martes, 30 de octubre de 2018

COMO TRIUNFAR SOBRE LA TENTACIÓN (Parte1)



1Juan 3.8b dice: «…Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo».  La evidencia de esta verdad la encontramos en el episodio donde Jesús fue tentado por Satanás en el desierto.   Al vencer la tentación en del desierto, Jesús demostró tener poder sobre Satanás y sus siniestras maquinaciones. Nosotros podemos triunfar también sobre la tentación. Con la ayuda de Dios y con nuestra firme disposición lo podemos lograr. ¿Cómo? Considere los siguientes principios prácticos en su diario vivir.  
Haga un compromiso de cuidar su integridad
Hace miles de años atrás un hombre de Dios llamado Job, tomó la decisión de defender su integridad durante si vida. Su compromiso se resume en las siguientes palabras: «…defenderé mi integridad hasta la muerte…mientras viva, mi conciencia estará tranquila». Job 27.5-6 (NTV).  Job entendió (y debemos entenderlo nosotros también) que «caminar en integridad es la única manera de vivir». Años más tarde otro hombre de Dios dijo: «En toda mi vida, muerdo al diablo y cuando haya perdido mis dientes, voy a morderlo con mis encías hasta que muera».”[1] Satanás usará las más seductoras carnadas para hacernos ceder ante la tentación y arruinar nuestra integridad y a la vez mancillar nuestra reputación, lo hará incansablemente. Por lo tanto, no debemos asumir esta batalla con una actitud despreocupada, al contrario; debemos asumirla con determinación. Vamos hacer el compromiso de luchar con osadía por nuestra integridad hasta exhalar el último suspiro de nuestras vidas.
Use el arma de  la oración
     La manera de enfrentar la tentación es manteniéndose alerta a la posibilidad de ser tentado. Debido a que somos tentados en los puntos más vulnerables de nuestro ser, no debemos resistir la tentación por nuestras  propias fuerzas, sino con las armas espirituales.    
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. 2 Corintios 10. 3,4.
Un arma estratégica para resistir y no caer en la tentación es la oración.  Mientras que la tentación persigue colocarnos en oposición a la voluntad divina, «las disciplinas espirituales de velar y orar facultan el corazón espiritual para dirigir todos los aspectos de la naturaleza humana de la persona, para que la totalidad de esta sea obediente a la voluntad de Dios».[2] Jesús sabía ello y lo puso en práctica durante sus años terrenales, y exhortó a sus discípulos a ponerlo en práctica. Él les dijo: «Velad y orad, para que no entréis en tentación¸ el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil». Mateo 26.41. Sin embargo, los discípulos optaron por dormitar, sustituyendo así la necesidad  del alma por la comodidad de su cuerpo. Los resultados posteriores son conocidos: fallaron al Señor.  Lo mismo sucederá con nosotros si damos preferencia al placer o la comodidad de nuestra carne y descuidamos de suministrar oxígeno al alma por medio de la oración.
Pablo, el insigne apóstol del cristianismo, arengó a los creyentes de Éfeso a considerar la oración como parte de la armadura de Dios, y les dijo: 
…tomad la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo...orando en todo tiempo con toda oración y suplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia… Efesios 6. 13,18.
Si deseamos evitar caer en el pecado, nuestras pasiones humanas deben ser subyugadas a la voluntad divina por medio de la oración. Razón tuvo John Owen al decir: «Si no permanecemos en la oración, vamos a permanecer en la tentación».  

Use la palabra de Dios
Combata las insinuaciones seductoras de la tentación usando la palabra de Dios. Jesús hizo uso de las Escrituras para resistir la tentación en el desierto. En tres ocasiones reiteradas y con autoridad declaró: « ¡Escrito está! ... ¡Escrito está! ... ¡Escrito está! ... » Mateo 4.4, 7, 10. Jesús triunfó sobre las insinuaciones tentadoras de Satanás con su uso inmediato y obediente de la Palabra de Dios.  
Muchos años antes el salmista David escribió:
¿Con que limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. . . En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Salmos 119.9, 11.
Cuando el  distinguido maestro cristiano Howard Hendricks entrego su vida a Cristo, a los pocos días alguien escribió en el margen de su Biblia las siguientes palabras: «Este libro te mantendrá alejado del pecado, o el pecado  te mantendrá alejado de este libro». Nada más cierto no solo para el fenecido maestro, sino también para todos nosotros. «Las Biblias polvorientas siempre están conectadas con vidas sucias. . . o bien usted está en la Palabra y la palabra le conforma según la imagen de Jesucristo, o usted está en el mundo, y el mundo le presiona dentro de su molde mundano»[3]



[1] Bud Robinson, citado por John MacArthur en, “La batalla del creyente”. Gracia a Vosotros, despertando la verdad de Dios un versículo a la vez. http://www.gracia.org/productos.aspx?product=1953 (Último acceso el 01 de setiembre del 2018).
[2] Michael J. Wilkins, Comentario bíblico con aplicación NVI: Mateo (Nashville, Tennessee: Editorial Vida, 2016), 654.
[3] Howard Hendricks, W. Hendricks, Interpretación Bíblica (Weston, Florida, EE.UU.: Editorial Patmos, 2011), 7.

lunes, 29 de octubre de 2018

EL PAPEL DE DIOS Y EL NUESTRO DURANTE LA TENTACIÓN


Dios nos ha ofrecido su ayuda para enfrentar la tentación. A Dios gracias que podemos enfrentar y resistir la tentación. Él no abandona a sus hijos luego que ellos se arrepienten de sus pecados  en el momento de la conversión, sino que ha ofrecido su leal y oportuna ayuda para los momentos en que nuestra carne se vuelve frágil. En su fidelidad Dios nos ofrece la salida cuando la tentación acecha nuestras almas.

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1Corintios 10.13.
Por cuanto el mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. Hebreos 2.18.
Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos…  2Pedro 2.9
Sin embargo, durante la tentación el creyente también tiene su propio papel. En ese sentido la tentación insta  una decisión; es decir, la tentación nos proporciona una elección entre ceder o resistir. «Bienaventurado el varón que soporta la tentación…» Santiago 1.12. 
En las manos de Satanás, la tentación llega a ser  un instrumento para provocar una caída o un pecado. En los planes de Dios, llega  ser una oportunidad para nuestro crecimiento espiritual. La decisión que tomemos frente a la tentación, nos lleva a pecar o a crecer. Dios permite que en nuestra vida experimentemos ser tentados. Cuando nosotros nos rendimos a las tentaciones que se nos presentan, Dios no tiene, en absoluto, parte en el acto nuestro. En vez de ello, lo que ocurre es que usted y yo hemos desobedecido, y nos hemos entregado a la tentación. Por otro lado, cuando decidimos no ceder  la tentación, entonces crecemos en carácter y nos parecemos más a Cristo. Quizás por esa razón  Martín Lutero dijo: «Mis tentaciones han sido mi maestría en teología».
Si elegimos apropiadamente, construimos carácter. Si elegimos mal, dañamos nuestra reputación y socavamos nuestra integridad. «El desarrollo del carácter siempre involucra una elección, y la tentación proporciona esa oportunidad»[1].    Cada vez que obtenemos una victoria sobre la tentación, más nos parecemos a Jesús. Y recordemos que el deseo de Dios es que nos parezcamos más a Cristo, quien es el postrer Adán y venció la tentación.  




[1] Rick Warren, Una vida con propósito (Miami, Florida: Editorial Vida, 2003), 200.

martes, 23 de octubre de 2018

EL PROCESO ENGAÑOSO Y DECEPCIONANTE DE LA TENTACIÓN



Quien quiera que haya dicho que «una vida resistiendo tentaciones es una vida desperdiciada», posiblemente no tuvo mucho tiempo para reflexionar en las verdaderas secuelas que traen el hecho de ceder a los caprichos sensuales de nuestra naturaleza humana. Vivir la vida bajo la insidiosa filosofía que dice que «no tienes que tocar la puerta, simplemente entrar»; generalmente conduce a la angustiosa decepción más que a la anhelada plenitud.   A.W. Tozer, acertó la tendencia que posee la gente con respecto a los impulsos de sus deseos cuando dijo: «Los hombres piensan del mundo no como un campo de batalla, sino como un campo de juegos. [Las personas creen que] no estamos aquí para pelear, sino para retozar. . . por lo tanto, lo mejor que podemos hacer es librarnos de nuestras inhibiciones y frustraciones y vivir esta vida a plenitud». El mundo equivocadamente supone que el disfrute de la vida se halla en el dulce néctar de la satisfacción de los deseos carnales; sin embargo, la Biblia enseña que la tentación sigue un proceso de engaño y desilusión.
 … cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Mis queridos hermanos, no se engañen. Santiago 1.14-16 NVI.
¿Se dio cuenta que la tentación es un proceso finalmente decepcionante?  Conozcamos como se da este proceso. Rick Warren, en su distinguida obra Una vida con Propósito,  señala que la tentación sigue un proceso de cuatro pasos, los mismos que Satanás usó tanto con Adán y Eva como también con Jesús.[1] Siguiendo la propuesta de Warren, se explica el proceso de la tentación en cuatro fases
Fase 1: Satanás identificará un deseo del corazón.  Puede ser un deseo pecaminoso, como el de venganza o de manipular a otros, o puede ser uno legítimo y normal, como el deseo de ser amado y valorado o de sentir placer. La tentación empieza cuando Satanás te sugiere (con un pensamiento) que cedas a un deseo malo o que se cumpla un deseo legítimo de manera equivocada o en el momento errado. La tentación siempre empieza en nuestro interior.  Marcos 7.21-23; Santiago 1.14-16.
Fase 2: Satanás intentará sembrar  la duda. Tratará  de conseguir que dudes de lo que Dios ha dicho sorbe el pecado.  ¿Es realmente malo? ¿Es verdad que Dios dijo que no lo hagas? ¿No será que Dios dio esta prohibición para otra persona o para otra época? ¿Acaso Dios no quiere que yo sea feliz? La Biblia advierte: “Mirad, hermanos que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”. Hebreos 3.12.
Fase 3: Usará el engaño. La Biblia llama a Satanás “el Padre de mentiras”. Cualquier cosa que te diga será falsa o simplemente una verdad a medias. Satanás ofrece su mentira para reemplazar lo que Dios ya ha dicho en su Palabra. Satanás dice: “No morirás. Serás tan sabio, como Dios. Puedes salirte con la tuya. Nadie lo sabrá. Resolverás tus problemas. Además, todos lo hacen. Sólo es un pecado pequeño”. Pero un pecado pequeño es como estar “un poco embarazada”: finalmente quedará en evidencia.
Fase 4: Insinuará hacia la desobediencia. Al final te comportarás de acuerdo con lo que estuviste maquinando en tu mente. Lo que comenzó como una idea al fin sale a luz en la conducta. Cedes ante lo que capte tu atención. Crees las mentiras de Satanás y caes en la trampa de la que te advierte Santiago: «… cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte».




[1]  Rick Warren, Una vida con propósito (Miami, Florida: Editorial Vida, 2003), 203.

lunes, 22 de octubre de 2018

LA NATURALEZA DE LA TENTACIÓN




En el AT la tentación toma diferentes estrategias pero persigue un mismo fin. La esencia de la tentación se dejar ver en los casos de la caída de nuestros primeros padres y en el papel de Satanás en la aflicción de Job (Gn. 3.1-13; Job 1.2-10). Aunque la estrategia de Satanás varía en ambos casos, el fin perseguido es  el mismo: «...el rechazo de la voluntad y camino de Dios como justos y buenos».[1]
En el NT, la palabra tentación tiene dos acepciones distintas. La palabra griega vinculada con la palabra tentación es «peiradso», y se refiere en primer lugar a circunstancias externas con la intención de probar y fortalecer la fe del creyente
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis den diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Santiago 1.2, 3.  
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas. 1Pedro 1.6.
  Sin embargo, aunque estas circunstancias externas son permitidas y están bajo el control absoluto de Dios, «…no es prominente atribuir la causa explicita de ellas a Dios».[2] El apóstol Pablo reconoció que su aguijón en la carne, estaba bajo el control soberano de Dios (2 Corintios 12.8.9); no obstante, designó tal aguijón como «mensajero de Satanás» (2 Corintios 12.7).
Por otro lado, la palabra tentación implica incitación interna al pecado. Es la clase de incitación a hacer lo indebido con la intención de satisfacer un deseo o de obtener placer. Santiago explica con notoriedad  la naturaleza de la tentación en los versículos 14 -15 del capítulo 1.
…cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado, y el pecado, siendo  consumado, da a luz la muerte. Santiago 1.14, 15.
Sin embargo, aun cuando la tentación en su mayor parte esté relacionado con la  naturaleza más baja de nuestra humanidad (nuestras pasiones sensuales desordenadas),  también comprende los deseos de tomar venganza, de calumniar, de robar, de poseer lo que otros tienen, de aprovecharse de los demás, de mentir, de sobornar, de plagiar…y la lista puede continuar.
Como se observa, la tentación concierne a aquellas inclinaciones pecaminosas del pecador que caracterizan su naturaleza y le conducen a actos contra la ley de Dios.[3]
Satanás usa la tentación para promover la rebelión contra la voluntad de Dios
Valiéndose de nuestra concupiscencia, Satanás usa la tentación para persuadir al creyente hacia el pecado y la rebelión. Tal parece fue el caso de Hechos 5 donde Pedro censura  a Ananías diciéndole: « ¿…porque llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajese del precio de la heredad?» Hechos 5.3.
Otros pasajes que insinúan  la misma idea los encontramos en:
Apocalipsis 2.10: «…el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados… ».
1Pedro 5.8: «Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien  devorar».
Siendo que la tentación por naturaleza atañe a aquellas inclinaciones pecaminosas que promueven a realizar actos contra la ley de Dios, Satanás se vale estratégica y sutilmente del elemento pérfido propio de nuestra naturaleza humana pecaminosa llamado «lascivia» (gr. epizumía), o traducida en ocasiones como  «concupiscencia», y en un buen  sentido como «deseo»,  para persuadir al creyente hacia el pecado. Por tal razón,  los hagiógrafos del NT lo calificaron como el tentador («Y vino el a él el tentador…»Mateo 4.3 «…no sea que os hubiese tentado el tentador…»1Tesalonicenses 3.5)
Desde el momento que comenzamos a vivir bajo la voluntad de Dios, Satanás ha puesto precio a nuestra cabeza y trama incansablemente nuestra caída. Ha hecho esta labor desde el principio de la historia. Tramó la caída de nuestros primeros padres, también la de Noé, Moisés, Sansón, David, Pedro y hará lo mismo con nosotros. Con  locuaces  y reflexivas     palabras, Mauricio J. Roberts, describe la  sutileza de nuestro enemigo espiritual diciendo:
Tenemos un adversario que no se detendrá ante nada para provocar nuestra caída, si la puede lograr. Conoce bien tanto nuestra fragilidad como nuestro gusto por la comodidad. Él ajusta su carnada a nuestro agrado. Nos pude dar como a Pedro, un fuego donde calentarnos. Nos pude ofrecer, como  a Sansón, a una Dalila que nos seduzca. Todavía puede mezclar su copa con tal astucia que quien beba no despertará hasta que su alma esté  en las llamas del infierno…[4] 


[1] Carl G. Kromminga, en E.F. Harrison (ed.), Diccionario de Teología (Grand Rapids, Míchigan: Libros Desafío, 2002), 595.
[2] Ibid.
[3] Geoffrey  W. Bromiley, en E.F. Harrison (ed.), Diccionario de Teología (Grand Rapids, Míchigan: Libros Desafío, 2002), 115.
[4] Mauricio J. Roberts. “¡Un descuido fatal!”. Apuntes Pastorales, Volumen XXII, N°3 (2005):33.

viernes, 19 de octubre de 2018

SU SOBERANÍA ES INEXPLICABLE PERO SU CORAZÓN ES CONFIABLE



Su nombre era Leonardo. Lo más grato que recuerdo de él, era la inocencia de su rostro y la sumisión que guardaba a sus padres al igual que a mi persona. Era un adolescente de temple sereno. Llegó a la iglesia para recibir clases de formación cristiana juntos con otros compañeros. En uno de nuestros servicios dominicales, terminó entregando su vida a Cristo y luego ocasionalmente participaba en algunas presentaciones durante los programas de nuestra iglesia.
Todo iba bien (aparentemente).  Hasta que de un momento a otro, Leonardo comenzó a experimentar ciertos desmayos en la escuela. No eran cualquier tipo de desmayos. Supimos por intermedio de su madre que la visión de Leonardo se nublaba  de una manera inesperada, a tal punto que, de estar caminando o corriendo de lo más normal; de pronto terminaba cayendo al suelo. Hubo ocasiones que llegó a caer por las graderías de la escuela.
Leonardo fue llevado por sus padres al especialista para indagar la causa de los desmayos. Junto con los análisis llegó la angustiosa desesperación. Un tumor incurable estaba alojado en el cerebro del joven adolescente. Mientras los padres hicieron todo lo clínicamente posible para ayudar a su hijo, nosotros en la iglesia hacíamos frecuentes oraciones por el restablecimiento de su salud.
El sufrimiento de Leonardo llegó a su fin no por una sanidad, sino por medio de la muerte misma. Con apenas catorce años Leonardo experimentó la muerte y le dijo adiós a amigos y a sus seres queridos.   
El día del funeral pude ver las lágrimas en los ojos de sus padres mientras tomaban cada uno una pala y arrojaban tierra sobre el ataúd de su hijo. No era algo que ellos habían planificado (pues los padres hacemos planes para llevar nuestros hijos a lugares de recreación, pero no a un cementerio para ser enterrados). Sin embargo, por esas cosas del destino y de los designios divinos, Leonardo murió y se fue de este mundo y de nuestra vista.
Eventos de esta naturaleza producen no solo dolor, sino también preguntas difíciles de contestar ¿Por qué tuvo que morir? ¿Por qué murió si era tan joven?
No es cómodo responder esa pregunta pues sólo Dios sabe las razones que hay detrás de cada suceso, él es soberano y en su soberana voluntad permite que ocurra aun los eventos más dolorosos e inesperados . Pero la Biblia no solo enseña que Dios es soberano,  sino que también es un Dios bueno.
 Hace miles de años atrás, un rey que perdió a más de un hijo, compuso las siguientes palabras:
«Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él». Salmos 34.8 RV60.
Creer en la soberanía de Dios nos lleva a aceptar que todos los eventos, tanto ordinarios como extraordinarios están bajo su control. Creer en su bondad, nos lleva a confiar en su corazón. Esto significa que aunque no entendamos muchas veces el  por qué Dios permite eventos dolorosos, podemos confiar en su corazón.
En su soberana voluntad y en su profunda bondad, Dios consiente que aun la muerte de un hijo, pueda ser algo bueno. Pero, ¿cómo puede ser buena la muerte? Quizás parte de la respuesta puede hallarse en Isaías 57.1–2: «Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. Entrará en la paz, descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios».
Dios puede usar la muerte para librar del mal a uno de sus hijos. Quizás Dios permitió la muerte de Leonardo con el fin de librarlo de una enfermedad extensa, de alguna adicción  o tal vez de alguna rebelión. ¡No lo sabemos! Pero entienda esto por favor: «Dios no causa el mal pero obra en medio del mal. No es la causa directa de todas las cosas, sino el soberano sobre todas las causas y realidades. Dios no es el actor solo sino que todos los eventos están bajo su control».[1] Y como todos los eventos están bajos su control, ninguna persona vive un día más ni un día menos de lo determinado por Dios. «En tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas». Salmos 139.16.
¿Debería Leonardo haber vivido más allá de sus catorce años? Yo anhelé que no muriera, y estoy seguro que sus padres también; sin embargo, en el soberano plan de Dios, cada ser humano ha vivido lo suficiente y cada muerte ocurre en el momento oportuno. Aunque usted y yo pudiéramos desear una vida más larga, Dios sabe lo que mejor nos conviene, aunque no lo comprendamos.





[1] Donald G. Bloesch, citado por Pablo Hoff en, Teología evangélica, tomo1 y tomo 2 (Miami, Florida: editorial Vida, 2005), 244.

jueves, 18 de octubre de 2018

TAN DISTANTE Y AL MISMO TIEMPO TAN CERCA


En tiempos de la Segunda Guerra Mundial aparecieron unos grafitis pintados en distintos lugares con una frase que decía: «¡Kilroy estuvo aquí!». Dichas palabras fueron halladas en algunas paredes de Alemania, en edificios de Tokio, y en grandes rocas llanas en los Estados Unidos.
Es tanto el mito que se ha creado alrededor de este grafiti, que se cuenta que la inteligencia germana le comentó a Hitler que el tal Kilroy podría ser el nombre clave de un espía de alto nivel de los americanos. Otros comentan que Stalin vio el grafiti en un baño durante la conferencia de Potsdam en 1945, y de inmediato preguntó a los Aliados acerca de quién era ese famoso Kilroy.
Lo cierto es que el autor de la famosa frase era un simple inspector en una planta que fabricaba buques y cuyo nombre era James J. Kilroy. Este decidió marcar con pintura en lugar de tiza su famosa frase en cada placa que revisaba; además del dibujo del muñeco narigudo.
 Lo curioso es que este hombre jamás salió de Boston. El nombre del hombre que figuraba en todos los sitios, en todos los frentes incluso en las trincheras más terribles, jamás fue soldado y tampoco estuvo en ninguno de los sitios donde su marca aseguraba haber estado. Entonces ¿qué pasó? Lo más probable es que muchos de los soldados que vieron la frase en los buques de guerra empezaran a delinear el grafiti en todos los puntos donde ellos llegaban o combatían.
Aunque aparentemente Kilroy estaba en todas partes, en realidad nunca salió de su ciudad. No podemos decir lo mismo de Dios. Él no es como Kilroy. Aunque no escriba su nombre en las placas de los barcos, rocas o paredes; Él está en todas partes. Su presencia aunque invisible lo llena todo, puede estar en el espacio y también en las profundidades del Pacífico y del Atlántico; no existe  espacio en el universo que lo pueda confinar. El salmista lo dijo de la siguiente manera:
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar,
Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. Salmos 139.7, 8 (RV60)
Y lo maravillo de su naturaleza omnipresente es que Dios puede estar en todo lugar y al mismo tiempo cerca de donde estamos. Apropiándome de las palabas del Dr. Charles Swindoll, diría: «Dios está aquí, ¡cada día, cada hora, en cada tictac del reloj!. . . está aquí con usted y su peregrinaje personal. Con su mente incomprensible trabajando en concierto con su inescrutable voluntad, haciendo las cosas bajo su control soberano».


miércoles, 17 de octubre de 2018

LA LOCURA DE NABUCODONOSOR



Hace miles de años atrás vivió un monarca que creía tener el control de todo el mundo. Su vasto imperio dominaba otros reinos los cuales había sometido poderosamente bajo su dominio.  Aun el pueblo de Dios (la nación de Judá) había sido conquistado por sus poderosos ejércitos. Arrogantemente el monarca se jactaba de su poderío y de sus conquistas. Un día  mientras caminaba por las calles de la ciudad, sus pensamientos vanidosos le llevaron a cavilar para consigo mismo y dijo: «… ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?». Daniel 4.30 RV60.
Dominado y cegado por su orgullo este  monarca presumía de su poder y de su reino hasta que Dios tomó cartas en el asunto. Mientras el petulante rey se envanecía, una voz del cielo sentenció la vida del altivo rey a vivir bajo los escombros de una degradante demencia. El Soberano de soberanos sentenció diciendo:
«El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere». Daniel 4.31-32.
De la monarquía a la  boantropía[1]. De vivir en un lujoso palacio y disfrutar los más exquisitos banquetes, el vanidoso monarca pasó a morar en un establo y a comer pasto con los bueyes El rey sufrió un tipo de demencia hasta el punto de compartir su hábitat junto con las animales del campo.  Durante un periodo de siete años, días tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año; el demente rey comía pasto como los toros, y se bañaba con el rocío del cielo. Sus cabellos parecían plumas de águila, y sus uñas parecían garras de pájaro. Daniel 4.33.
Luego de aquellos años de locura y habiendo Dios cumplido su propósito, el monarca recuperó su sano juicio y humillándose compuso una alabanza exaltando el poderío y la majestad del Altísimo.
 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? Daniel 4.34-35.
Antes de su demencia, Nabucodonosor se gloriaba en su poder. Ahora lo vemos reconociendo y exaltando la majestad y la soberanía del Rey de reyes, del Altísimo. Un lugar junto a las bestias del campo fue la escuela donde el arrogante  monarca aprendió que  él no era el dios de su propia vida y que tampoco era el soberano de este mundo.
La arrogancia y la demencia que vivió el rey Nabucodonosor nos permite extraer tres lecciones de vida.
En primer lugar: Usted y yo no somos dueños de nuestras vidas. Tanto usted como yo vivimos bajo la solícita, amorosa, misericordiosa y soberana mano de nuestro Dios. Por lo tanto, nada especial o común de lo que ocurra en nuestras vidas ocurre si no fuera por la voluntad soberana de Dios. Aprendamos de buena forma  que «. . . los movimientos del tiempo y de la historia se miden de acuerdo con su plan, exactamente como él lo ha ordenado»[2].
En segundo lugar: No hay corazón arrogante que Dios no pueda humillar. Los corazones altivos ofenden y se resisten a Dios. No basta que usted reconozca que Dios es soberano sobre los reinos de este mundo, sino también sobre su mundo personal. Lo único que impide que usted reconozca la grandeza de Dios sobre su vida es el orgullo, no lo permita. El orgullo solo hace que usted se resista a Dios, y en una partida entre usted versus  Dios, Dios siempre gana.  «Ciertamente el escarnecerá a los escarnecedores, y a los humildes dará gracia». Proverbios 3.34  “Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune” Proverbios 16:5.

En tercer lugar: Solo cuando reconocemos  la grandeza de Dios, nos damos cuenta de lo insignificantes que somos nosotros.



[1] La boantropía es un trastorno psicológico en el que un ser humano cree ser un bovino, es decir, una vaca o un toro. Algunos comentaristas bíblicos como Merril F. Unger, llaman al trastorno mental  de Nabucodonosor: licantropía.

[2] Charles Swindoll, Ester, una mujer y fortaleza y dignidad (Alabama, El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2008), 15.

martes, 16 de octubre de 2018

LA PRESENCIA INVISIBLE DE UN DIOS QUE LO LLENA Y CONTROLA TODO



William Cowper (1731-1800), fue un poeta británico que  a la edad de treinta y dos años, abrumado por fuertes sentimientos de depresión decidió quitarse la vida. Se dice que alquiló un carruaje que lo condujo en dirección del río Támesis. La intención de Cowper era tirarse al  rio. Cuando el conductor vio lo que intentaba hacer el joven poeta, lo sujetó y evitó de esa manera que saltara en las turbulentas corrientes del anchuroso río. Cuando regresó solo a su casa, Cowper  tomó una pócima de veneno; pero alguien llegó a tiempo para darle el antídoto requerido. Esa misma noche tomó un cuchillo y se echó sobre él, y aunque resulte difícil de creer;  la hoja se rompió. A la mañana siguiente, se colgó, pero un vecino, que estaba preocupado por Cowper, lo halló y cortó la cuerda antes de que muriera ahorcado.
¿Qué itinerario misterioso e invisible se escondía e imposibilitaba la muerte de Cowper? ¿Fue una cuestión de suerte o designio cósmico que Cowper no pueda acabar ni siquiera con su propia vida? Prefiero lo segundo; pues, como dijera Albert Einstein: «Dios no juega  los dados». Fue indudablemente el designio divino que no permitió que el poeta acabara con su vida. El soberano, invisible e invencible  Dios, misteriosamente estaba detrás de cada fallido intento de suicidio. Job lo entendió así y dijo: «En su mano está el alma de todo ser viviente; y el hálito de todo el género humano» Job 12.10 RV60.  
Trece años después de tantos conatos suicidas, y habiéndose vuelto a Cristo;  Cowper comenzó a componer himnos, entre ellos uno, en cuya estrofa pareciera explicar la misteriosa presencia de Dios en su angustiosa vida. La estrofa dice:
No juzgues al Señor con tu razón enferma
Solo confía en él, quien te ofrece su gracia.
Pues su rostro sonriente muchas veces se oculta,
Detrás de una ceñuda, arisca providencia.

Por favor, si no es molestia, vuelva a leer las dos últimas líneas de la estrofa  y trate  entender lo que el autor del himno intenta decir.
¿Qué entendió Cowper? Entendió que la presencia invisible de Dios estuvo detrás de cada acontecimiento de su vida. Y lo que es cierto para Cowper, también lo es para nosotros.
Dios está en cada acontecimiento de nuestras vidas. Aunque su presencia no sea visible, no significa que Él no esté presente y aunque muchas veces parezca distante, Dios está presente en cada escena y en todos los aconteceres  de nuestra vida; y no sucederá nada que en su soberana voluntad Él así lo permita. «Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos». Salmos 135.6
Dios está presente aun en el mundo íntimo de nuestros pensamientos y ninguno de  ellos puede ocultarse de la invisible presencia de Dios y su invencible poder. Por tal razón Job dijo: «Yo conozco que todo lo puedes y que no hay pensamiento que se esconda de ti». Job 42.2
Ningún pensamiento suicida de Cowper pudo ocultarse de la presencia invisible de Dios, como tampoco ningún pensamiento nuestro puede hacerlo.
Quizás usted no haya intentado suicidarse como lo hizo Cowper, pero no dude que la mano de Dios, aunque oculta, ha estado constante y poderosamente moviéndose a favor suyo. Cada acontecimiento tanto del pasado como del futuro de su vida no escapa del control divino.  Nada de lo que le ha acontecido es casual. Lo que sucede en este instante y lo que sucederá luego está bajo la soberana providencia de Aquel cuya  presencia invisible lo llena todo y cuyo poder invencible lo controla todo.