lunes, 29 de octubre de 2018

EL PAPEL DE DIOS Y EL NUESTRO DURANTE LA TENTACIÓN


Dios nos ha ofrecido su ayuda para enfrentar la tentación. A Dios gracias que podemos enfrentar y resistir la tentación. Él no abandona a sus hijos luego que ellos se arrepienten de sus pecados  en el momento de la conversión, sino que ha ofrecido su leal y oportuna ayuda para los momentos en que nuestra carne se vuelve frágil. En su fidelidad Dios nos ofrece la salida cuando la tentación acecha nuestras almas.

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1Corintios 10.13.
Por cuanto el mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. Hebreos 2.18.
Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos…  2Pedro 2.9
Sin embargo, durante la tentación el creyente también tiene su propio papel. En ese sentido la tentación insta  una decisión; es decir, la tentación nos proporciona una elección entre ceder o resistir. «Bienaventurado el varón que soporta la tentación…» Santiago 1.12. 
En las manos de Satanás, la tentación llega a ser  un instrumento para provocar una caída o un pecado. En los planes de Dios, llega  ser una oportunidad para nuestro crecimiento espiritual. La decisión que tomemos frente a la tentación, nos lleva a pecar o a crecer. Dios permite que en nuestra vida experimentemos ser tentados. Cuando nosotros nos rendimos a las tentaciones que se nos presentan, Dios no tiene, en absoluto, parte en el acto nuestro. En vez de ello, lo que ocurre es que usted y yo hemos desobedecido, y nos hemos entregado a la tentación. Por otro lado, cuando decidimos no ceder  la tentación, entonces crecemos en carácter y nos parecemos más a Cristo. Quizás por esa razón  Martín Lutero dijo: «Mis tentaciones han sido mi maestría en teología».
Si elegimos apropiadamente, construimos carácter. Si elegimos mal, dañamos nuestra reputación y socavamos nuestra integridad. «El desarrollo del carácter siempre involucra una elección, y la tentación proporciona esa oportunidad»[1].    Cada vez que obtenemos una victoria sobre la tentación, más nos parecemos a Jesús. Y recordemos que el deseo de Dios es que nos parezcamos más a Cristo, quien es el postrer Adán y venció la tentación.  




[1] Rick Warren, Una vida con propósito (Miami, Florida: Editorial Vida, 2003), 200.

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