jueves, 18 de octubre de 2018

TAN DISTANTE Y AL MISMO TIEMPO TAN CERCA


En tiempos de la Segunda Guerra Mundial aparecieron unos grafitis pintados en distintos lugares con una frase que decía: «¡Kilroy estuvo aquí!». Dichas palabras fueron halladas en algunas paredes de Alemania, en edificios de Tokio, y en grandes rocas llanas en los Estados Unidos.
Es tanto el mito que se ha creado alrededor de este grafiti, que se cuenta que la inteligencia germana le comentó a Hitler que el tal Kilroy podría ser el nombre clave de un espía de alto nivel de los americanos. Otros comentan que Stalin vio el grafiti en un baño durante la conferencia de Potsdam en 1945, y de inmediato preguntó a los Aliados acerca de quién era ese famoso Kilroy.
Lo cierto es que el autor de la famosa frase era un simple inspector en una planta que fabricaba buques y cuyo nombre era James J. Kilroy. Este decidió marcar con pintura en lugar de tiza su famosa frase en cada placa que revisaba; además del dibujo del muñeco narigudo.
 Lo curioso es que este hombre jamás salió de Boston. El nombre del hombre que figuraba en todos los sitios, en todos los frentes incluso en las trincheras más terribles, jamás fue soldado y tampoco estuvo en ninguno de los sitios donde su marca aseguraba haber estado. Entonces ¿qué pasó? Lo más probable es que muchos de los soldados que vieron la frase en los buques de guerra empezaran a delinear el grafiti en todos los puntos donde ellos llegaban o combatían.
Aunque aparentemente Kilroy estaba en todas partes, en realidad nunca salió de su ciudad. No podemos decir lo mismo de Dios. Él no es como Kilroy. Aunque no escriba su nombre en las placas de los barcos, rocas o paredes; Él está en todas partes. Su presencia aunque invisible lo llena todo, puede estar en el espacio y también en las profundidades del Pacífico y del Atlántico; no existe  espacio en el universo que lo pueda confinar. El salmista lo dijo de la siguiente manera:
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar,
Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. Salmos 139.7, 8 (RV60)
Y lo maravillo de su naturaleza omnipresente es que Dios puede estar en todo lugar y al mismo tiempo cerca de donde estamos. Apropiándome de las palabas del Dr. Charles Swindoll, diría: «Dios está aquí, ¡cada día, cada hora, en cada tictac del reloj!. . . está aquí con usted y su peregrinaje personal. Con su mente incomprensible trabajando en concierto con su inescrutable voluntad, haciendo las cosas bajo su control soberano».


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