La noticia que su prometida estaba embarazada
martilló abruptamente su corazón. Él, había hecho los arreglos para celebrar
prontamente el casamiento con la mujer de sus sueños, pero la conversación con
su amada en aquella noche, desplazó de su corazón las bellas ilusiones dejándole envuelto en
una nube gris de confusión. Escuchar lerda y nerviosamente las palabras de su
futura esposa diciéndole que estaba embarazada no solo era algo inesperado,
sino también inaceptable. Él jamás se había atrevido a tocarla más allá de lo permitido.
Ambos habían prometido reservar la intimidad sexual para después de la boda, y
ahora esta inesperada sorpresa.
En su diario él escribió lo que sucedió
aquella noche:
…Sus palabras fueron como filosas espadas que penetraron mi
corazón. ¡No lo podía creer! Sentí que mi mundo se desmoronaba, que mis ilusiones
se desvanecían. Mi alma quedó prisionera de una profunda mezcla de consternación
y confusión mientras ella me contaba una historia absurda y blasfema de cómo
había concebido un niño en su vientre. Ella me decía que «el Dios invisible le
había escogido a ella para ser la madre
del Mesías. Que el bebé concebido en su vientre era el Santo Ser procreado por
Dios y no por algún humano». Todo lo que ella me contaba me parecía una
historia absurda propia de las historias pervertidas de las mitologías paganas.
Pude ver en su rostro la angustia que tenía cuando me
hablaba. Le era demasiado complicado hablar…sobretodo complicado porque yo no tenía la más mínima inclinación por creer nada de
lo que me estaba confesando. Solo acerté dar un golpe con el martillo sobre la
mesa y salí raudamente de la carpintería donde estábamos. Corrí en medio de la
noche con destino a las colinas aledañas a la ciudad. Estando allí, me senté, y
en medio de la oscuridad que envolvía aquel lugar, intenté hallar un poco de
consuelo mientras miraba la llanura y el cielo de la noche.
Cada vez que me mi corazón se recuperaba, una nueva dimensión
de la tragedia invadía mi mente provocándome una nueva avalancha de lágrimas entre
mis ojos...
Cuando el
horizonte dio lugar al amanecer del nuevo día, regresé a casa con una decisión en
mente. Decidí dejarla secretamente.
El diario de Dios (la Biblia) registra
que «José, su prometido era un hombre justo, y no quiso avergonzarla en público;
por lo tanto, decidió romper el compromiso en privado». Mateo 1.19 NTV. Con la frase «como era justo», Mateo reconoce el
estatus de José. Él era un «tsadiq»,
un estudiante formal de la Torah. José era un estudiante de la ley de Dios.
Recitaba y vivía el Shema judío.[1] Ante sus conciudadanos,
José gozaba de una buena reputación y cabe la posibilidad que el carpintero de
Nazaret se enorgullecía de ello.
Escuchar de los labios de su
prometida que esta embrazada de Dios debe haberle sonado
bastante fuerte y ridículo a José. La historia del embrazo no encajaba en su
proyecto lustroso de vida; él era un hombre justo, María una novia deshonrada…
mancillada…vejada (posiblemente eso es lo que pensó de ella).
Su ardor por la ley y su pasión por
María se enfrentaban. La ley exigía lapidar a María, El amor a perdonarla. Así
que decide dejarla sin levantar rumores ni escándalos. Sin embargo, una
decisión como esta pronto haría poner en aprietos a María. El vientre de la joven
campesina, en poco tiempo incrementaría su tamaño y junto a ello vendrían las
preguntas punzantes y molestosas: «¿José, aquella criatura es tu hijo? ¿Cómo
quedó María embrazada si no han consumado el matrimonio?»
Pensando en abandonar a su prometida «…he aquí un ángel del Señor
le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas en recibir a
María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo
es». Mateo 1.20 RV60.
Luego que el ángel ascendió al
cielo, José debería tomar una decisión entre dos fuertes tensiones: Conservar
su estatus o reputación como “justo”, o aceptar el plan de Dios para su vida.
¿Qué hizo José? «…recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a
luz a su hijo primogénito; y lo puso por nombre Jesús» Mateo 1.24-25.
José tomó una sabia decisión: se deshizo de su
reputación y aceptó la voluntad de Dios. José modeló una actitud de desprendimiento
y misericordia digna no solo de comentar, sino también de seguir. Él comprendió
los riesgos, consideró el precio y asumió gustosamente relegar sus derechos y
aceptar a María como su esposa. Sobretodo asumió con obediencia el plan de Dios
y colocó sus proyectos personales en último plano.
Dios anda buscando a aquellas personas
dispuestas a hacer lo mismo. Personas dispuestas a dejar de lado su status y
proyectos personales para darle cabida a los proyectos de Él. ¿Está usted
dispuesto a dejar de lado sus intereses personales para seguir el plan
divino?
No hay comentarios:
Publicar un comentario