jueves, 10 de enero de 2019

CUANDO EL DESÁNIMO GOLPEA A UN GIGANTE DE LA FE



Cuenta una leyenda que en cierta ocasión el diablo cayó en quiebra y anunció la venta de sus herramientas de trabajo. En la fecha de la venta colocaron las herramientas para inspección pública, cada una rotulada con su precio de venta. Había toda suerte de instrumentos siniestros: Odio, envidia, celos, duda, mentira, orgullo, y así por el estilo. Separada del montón estaba una herramienta que parecía inofensiva y a la vez muy gastada pero de precio muy alto.
“¿Qué herramienta es esa?” preguntó uno de los compradores.
“Ah,” dijo el adversario, “es el DESALIENTO.”
“¿Y por qué tiene precio tan alto?”
“Porque me sirve más que los demás. Con ella, puedo abrir y meterme en el corazón de una persona y destruir la tranquilidad de su espíritu; en realidad puedo hacer lo que se me antoje en el interior de la gente cuando no puedo acercarme a ellas con otras herramientas. Está muy gastada, porque la uso casi en toda persona, puesto que pocos saben que me pertenece.”
El precio que el diablo puso al desaliento fue tan alto, que al final nadie la compró.
Para infortunio nuestro, el desaliento es todavía hoy su herramienta principal, y la usa especialmente contra el pueblo de Dios.

Ninguno humano que arroje su sombra sobre este mundo, está excepto de caer en los brazos insidiosos del desánimo. Ni siquiera los hombres de Dios están libres de ello. Hasta un hombre como el profeta Elías cuya fe hizo caer fuego del cielo, sintió desvanecerse la paz de su corazón y cayó brevemente prisionero del insidioso estado anímico del desánimo; hasta el punto de desear la muerte.
Y él (Elías)  se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres  (1Reyes 19.4 RV60).

Preso del pánico debido a que la malvada Jezabel lo buscaba para matarlo, Elías se adentró  lo más que pudo en el inhóspito desierto, caminó todo un día, hasta que finalmente agotado se dejó caer debajo de un arbusto. Allí, con el corazón saturado de desaliento y sumergido en la más profunda soledad, el vagabundo Elías ansió no vivir más.
Lo que no sabía Elías que aunque estaba lejos de la vista de todos, no pudo alejarse de la vista de Dios. Dios estaba presto para animar a su fiel y fervoroso vocero. Observe lo que ocurrió:
Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó y le dijo: Levántate, come. Entonces el miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo; Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios (1Reyes 19.5-8).

Dios no abandonó a su fiel profeta. Como antes lo había hecho, se encargó de alimentar y cuidar de Elías. Luego de comer y fortalecido físicamente, Elías se dirigió al Monte Horeb, donde Dios luego de restaurarlo le encomendó una nueva misión (1Reyes 19.9.21).      
Cuando parecía para Elías que todo estaba acabado, Dios rehabilitó su decaído corazón y lo fortaleció y además le dio nuevas asignaciones ministeriales. Podemos ver en el fiel profeta el cumplimiento de  la promesa divina: «Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables» (1Pedro 5.10).



miércoles, 9 de enero de 2019

LAS PROMESAS DE DIOS Y NUESTRA FE



Se cuenta de Eric Liddell, quien ganó la carrera de cuatrocientos metros en los juegos olímpicos celebrados en París, que cuando supo que su carrera iba a correrse en el día del Señor rehusó competir, diciendo: “Me opongo a los deportes en domingo”, de esa manera se eliminaba a sí mismo.
La prensa deportiva de Europa lo criticó, y recibió el escarnio y la crítica de todas partes, aun de los periódicos de su propio país. Pero sorpresivamente la carrera fue programada para días después.  Eric Liddell comentó luego: ― “Recuerdo que cuando me disponía yo a correr en las pruebas finales, el instructor me dio una nota. La abrí y leí las palabras: ‘Yo honraré a los que me honran.’ Esta fue la promesa de Dios. El me ayudó y yo gané la carrera en las olimpiadas.”
Dios no pasa por alto la fe de sus hijos. Él está más que dispuesto a honrar la fe de aquellos que le honran y confían en su palabra.
En la Biblia uno de los hombres cuya fe fue honrada por Dios, fue el profeta Elías. Elías fue testigo de cómo Dios cumplió su promesa. En 1 Reyes 18.1 Dios le dijo al profeta: «. . . Ve, muéstrate a Acab, yo haré llover sobre la faz de la tierra». Cuarenta y cuatro versículos más adelante vemos que Dios cumplió es promesa: «Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. . .» (1 Reyes 18.45).
Elías había honrado a Dios en el monte Carmelo delante de toda una nación que había dado la espalda a Dios y a sus mandatos, y Dios honró la fe de Elías en aquella montaña no solo enviando fuego, sino también lluvia. Dios no subestima la fe de aquello que lo honran: «…porque yo honraré a los que me honran…» (1Samuel 2.30).  
¿Pero cuál fue la actitud de Elías mientras esperaba el cumplimiento de la promesa divina?

En primer lugar esperó en actitud de oración. Elías subió al monte a orar
Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. (1 Reyes 18.41-42).
Si usted quiere ver las promesas de Dios cumplidas no puede pasar por alto la disciplina de la oración; la oración ferviente y la fe siempre van juntas. Momentos antes Elías había obtenido una impresionante victoria sobre los profetas de Baal, pero eso no cambió la sencillez de su corazón. En actitud humilde se postró en tierra y comenzó a orar.

En segundo lugar, Elías esperó con una actitud expectante y persistente    
Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. (1 Reyes 18.43-44).
Elías estuvo a la expectativa de la lluvia, por tal  razón envió a su criado a la playa a ver si aparecía alguna nube lluviosa en el firmamento. Por siete veces Elías envió a su criado a hacer ello, lo cual nos dice que fue persistente y no dejó de orar hasta cuando una pequeña nube anunciaba el advenimiento de una torrencial lluvia.   
¿Cómo espera usted el cumplimiento de las promesas de Dios? ¿En actitud de oración? ¿Con expectativa? ¿Con frecuencia se rinde o es persistente esperando la respuesta de Dios?   

martes, 8 de enero de 2019

QUÍTESE LA MÁSCARA E IDENTIFÍQUESE



Se dice que hace muchos años hubo una guerra entre los mamíferos y las aves. El murciélago era tan cobarde que cuando estaba con los mamíferos encogía sus alas y se hacía pasar por ratón. Por otro lado, cuando estaba con las aves, desplegaba sus alas y se hacía pasar por pájaro. Hasta que un día lo descubrieron ambos bandos y desde ese día, el murciélago se vio obligado a salir solo de noche, ya que nunca más tuvo lugar ni con las aves ni con los mamíferos.
La falta de identidad induce a los cristianos a mostrar dos rostros diferentes. Usan uno para intentar quedar bien con Dios y usan el otro para quedar bien con el mundo. Al final, la lealtad dividida es algo que muestro Señor censura: «…por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apocalipsis 3. 16 RV60).
El profeta Elías vivió durante una época en que la nación israelita vivía una doble lealtad espiritual. La nación de Israel no había abandonado de todo a Dios, pero fusionaba su adoración al mezclar el culto a Jehová con el culto a Baal. Dios usó al valiente y rústico profeta Elías para confrontar la deplorable espiritualidad de la nación. La nación fue convocada en el místico monte Carmelo y allí Elías los desafió a quitarse la máscara espiritual. El profeta confrontó a la nación  con las siguientes palabras:
…¿hasta cuándo claudicareis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él… (1 Reyes 18.21).
Es fácil desafiar a otros cuando se sabe que la mayoría está a favor de uno. Sin embargo, el rudo y valiente Elías planteó el desafió teniendo a todo el mundo en contra. En aquella mañana en aquella colina  se encontraba presente toda una multitud de personas que le había dado la espalda a Dios. Imagínese el valor del profeta para confrontar solo a un malvado rey,  a 450 profetas y a toda una nación que se había vuelto tras la idolatría. Elías no estaba  dispuesto a seguir a la mayoría, no estaba dispuesto a ser condescendiente con la opinión y el comportamiento de los demás. Lo más fácil para Elías al ver que su opinión no coincidía con la de la mayoría, era al menos callarse la boca. Pero Elías es un verdadero siervo de Dios  y no claudicaría en sus ideales, estaba dispuesto a marcar la diferencia sin importar lo que la mayoría opinara o hiciera. 
Luego de una sencilla pero poderosa oración pidiendo que Dios enviara fuego del cielo para el holocausto, la nación fue testigo de la respuesta divina. El relato bíblico dice:
Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios! (1 Reyes 18. 8, 39).
Gracias a un leal siervo de Dios como Elías cuya fe ferviente provocó un milagro, la nación reconoció a Jehová como el Dios Verdadero. Su fe, su valor, su autenticidad demostrada en aquella colina de Palestina,  inspiró a otros seguir al Señor.
Dios todavía busca personas como Elías, ¡creyentes auténticos, sin mascaras! Él anda en la búsqueda de hombres y mujeres que tengan la disposición de no ocultar su amor por Cristo, busca creyentes  que tengan un alto compromiso con él y que tengan el valor de proclamar su fe abiertamente. Dios busca hombres y mujeres que estén prestos a agradarle a él y  no a quienes  sigan la corriente popular solo para quedar bien con la opinión de la mayoría.
¡Dios lo está buscando a usted para que hable a otros devota y valientemente de su fe! Dios lo quiere a usted en las colinas de este mundo proclamando ante otros la buenas nuevas del evangelio, así que hable a otros de Cristo, hágalo  respetuosamente pero sin titubeos.


lunes, 7 de enero de 2019

PONGA LAS COSAS INERTES EN EL DIOS DE LAS IMPOSIBILIDADES



¿Qué hace usted cuando  la vida le pone en serios apuros? Los hijos de Dios no estamos excluidos de experimentar aprietos críticos que desafíen nuestra fe. El profeta Elías tuvo sus propios apuros y estos realmente retaron su fe ¿Cómo actuó Elías en situaciones complicadas? ¿Cómo debemos actuar nosotros hoy? Lea la siguiente historia y observe la actitud de Elías. 

17Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. 18Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo? 19Él le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama. 20Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? 21Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. 22Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. 23Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive. 24Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca. 1Reyes 17.17-24

La viuda que había hospedado a Elías cayó en una de desgracia. Se le muere el único hijo que tenía y la mujer no hace sino echarle la culpa al profeta por ello. ¿Qué hace Elías? No discute, no racionaliza, no se justifica; lo único que hace es ir a su aposento y poner la angustiosa situación en las manos de Dios. Estando a solas con el Dios a quien servía  puso el cadáver  ante Aquel que  lo imposible lo vuelve posible. El profeta oró para que Dios devuelva la vida al hijo de la viuda. Y lo imposible sucedió. Para la alegría de aquella madre  y para la gloria de Dios, el muchacho volvió a vivir. 
Usted sirve a un Dios que hace posible las situaciones imposibles. La situación angustiosa y desesperante que vive la está dando la posibilidad de poner aquellas cosas muertas de su vida en las manos de Dios. El Dios de Elías  todavía actúa en estos tiempos y tiene poder para tratar con los restos  de un pasado lúgubre, fracturado y lleno de cicatrices. Él tiene poder para tratar con el vacío de nuestras almas, la deficiencia de un temperamento incontrolable, los reveses financieros, una enfermedad terminal; su poder no se ha limitado, él sigue actuando a favor de aquellos que le entregan sus cargas. Quizás ahora usted está en medio de una situación angustiosa, haga lo que hizo Elías; suba a su aposento y ponga esas preguntas y circunstancias complejas e inertes delante de Dios. El Dios de las imposibilidades, el Dios de Elías  puede actuar a su favor.
 

  


viernes, 4 de enero de 2019

INSPIRE A OTROS A VIVIR POR FE CON SU EJEMPLO



Un misionero que cumplía su ministerio en Brasil, descubrió una tribu de indios en una parte remota de la jungla quienes vivían cerca de un río grande. La tribu tenía necesidad de atención médica pues una enfermedad contagiosa estaba devastando la población y muchas personas estaban muriendo diariamente. Un hospital no estaba lejos—al otro lado del río, pero los indios no lo cruzaban porque creían que el río estaba habitado por malos espíritus. Y el entrar en su agua significaría muerte segura.
El misionero explico como él había cruzado el río y que no fue dañado. Pero ellos no estaban impresionados. Entonces el los llevó a la orilla del río y metió su mano al agua. Todavía no querían entrar. El caminó dentro del agua hasta la cintura y se echaba agua en su cara. No importaba. Ellos todavía tenían miedo entrar en el río. Finalmente, se zambullo en el río, nadó debajo del agua hasta que cruzó al otro lado del rió. Alzo un puño triunfante en el aire. Él había entrado al agua y había escapado. Fue entonces que los indios empezaron a sumergirse en las aguas de aquel temido río y llegaron hasta el otro lado. Gracias al valiente ejemplo del audaz misionero, aquella tribu de indios logró superar el temor que les causaba el selvático río. Pero para lograrlo tuvo que el mismo que zambullirse en las aguas.
Solo inspiramos a otros a que hagan lo que les pedimos, por medio del ejemplo mismo. Los hombres de Dios a menudo son una fuente de inspiración para los demás, cuando  viven el mensaje que entregan a su gente. La inspiración no emana de un simple y elocuente discurso o de una sofisticada creencia teológica. Los grandes hombres de Dios hacen algo más que pregonar un mensaje, viven lo que predican; y como resultado inspiran también a otros a vivirlo.
Elías era un hombre de Dios que inspiró a tener fe a otros porque el mismo sabía lo que era vivir por fe. Luego de estar en Querit, Dios lo envió a Sarepta para ser sustentado por una viuda (1Reyes 17.8-9) La tensión y lo irónico de la historia es que aquella viuda era una desprovista mujer que carecía de recursos. Cuando Elías le pidió que  le diera un poco de agua y de pan, la indigente viuda le respondió:
…vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija, y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos y nos dejemos morir (1 Reyes 17.12).
Según nuestro criterio, Elías llegó al lugar equivocado, pero según el criterio de Dios, Elías estaba en el lugar correcto y con la persona correcta. Quizás no era lo que el profeta esperaba, pero en los planes de Dios las cosas ocurren con magnifica precisión. Elías fue dirigida por Dios hasta aquella pobre viuda para inspirarle fe. Observe lo que Elías le dijo:
…No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mi primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra  (1 Reyes 17.13, 14).
Mientras la viuda ponía su esperanza de vida en los últimos e insuficientes recursos que tenía; Elías, el profeta de Dios puso su confianza en la palabra divina y animó a la viuda a hacer lo mismo. ¿Dónde aprendió Elías a ser un hombre de fe? En Querit (¿lo recuerda?). El osado profeta aprendió a confiar en la fidelidad de Dios durante su estancia en Querit. Allí fue alimentado por unos cuervos durante la mañana y la tarde de cada día. Allí, Dios lo forjó como un hombre de fe y ahora anima a una necesitada viuda ser una mujer de fe. Quizás Elías nunca hubiera sido una inspiración de fe para esta viuda, si el mismo no hubiera aprendido a depender de Dios.
La mejor manera de inspirar a otros a vivir una vida de fe, es que ellos vean en nosotros lo que le estamos pidiendo que hagan. Solo podemos inspirar a otros cuando vivimos nuestro mensaje. Charles Swindoll, lo dijo así: «Usted no puede hablar con autoridad si antes no ha vivido la experiencia. Usted no puede animar a otro a creer lo increíble, sí antes no ha creído lo increíble. Usted no puede encender la luz de la esperanza en los demás, si su propia antorcha fe no está ardiendo».[1]



[1] Charles Swindoll en, Elías, un hombre de heroísmo y humildad (Alabama Street, El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2011), 67.

jueves, 3 de enero de 2019

ENTRENAMIENTO BAJO LA SOMBRA DEL ANONIMATO



Un grupo de granjeros productores de algodón se prepararon para una nueva época de sembríos y cosechas. Las cosas iban bien al principio, sin embargo; inesperadamente sus cosechas fueron invadidas por una devastadora plaga de gorgojos. Los granjeros que  habían puesto no solo sus ahorros sino todas sus esperanzas  en el cultivo de algodón; vieron desvanecer sus ilusiones y se imaginaron que solo terminarían en la ruina total.
Resueltos e ingeniosos, aquellos granjeros se dijeron: «Bueno, ya que no podemos sembrar algodón, sembraremos maní». Para sorpresa de estos granjeros, la siembra de maní les produjo más ganancia que jamás hubieran obtenido con la siembra del algodón.
Lo que hicieron luego los granjeros fue levantar un monumento en el honor al gorgojo. Lo hicieron con el fin de recordar que lo que aparentemente parecía arruinarles la vida, terminó convirtiéndose  en una bendición.
Cuando Dios trata con sus hijos, ocasionalmente (sino es frecuente) nos saca de la embaucadora rutina en la que estamos sumergidos para encontrar nuevas formas de vivir. Un revés económico, una enfermedad física, un despido laboral, un abandono o cualquier otro tipo de dificultad; puede convertirnos en mejores labradores de  nuestras almas. «Lo mejor que nos ha ocurrido a algunos de nosotros, ha sido la llegada de nuestro propio gorgojo».[1]
Para el profeta Elías, la llegada de su propio gorgojo ocurrió luego de haber entregado al rey Acab un mensaje de parte de Dios (1Reyes 17.1). Para nuestro gusto, lo mejor hubiera sido que el rudo profeta se quedara en el palacio para aguijonear al malvado rey; pues no había otro como Elías para confrontar la conducta idolátrica de Acab. Sin embargo (como suele ocurrir), Dios cambió los planes y le dijo a Elías:
Apártate de aquí, y vuelve al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit,…Beberás  del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit… (1Reyes 17.3-5 RV60).
 La razón para que Dios enviara a Elías a esconderse era doble: Protegerlo del malvado rey y capacitarlo para ser su vocero. Y para lograrlo, Dios, envió al profeta a refugiarse junto a un arroyo, lejos del bullicio y del ruido de  la popularidad.
¡Qué maneras raras tiene Dios de preparar a sus siervos! A nosotros nos encanta la notoriedad, la atención pública, el glamour que produce la admiración y los aplausos; pero cuando se trata de formarnos para el ministerio, estas cosas no aportan mucho para preparar el corazón de un fiel vocero de Dios.  «Dios mudó a Elías del palacio al escondite que había escogido; del foro público al refugio privado; de la luz de la actividad a las sombras de la oscuridad». [2] 
Bajo la sombra del anonimato, Elías aprendió el curso más básico y esencial que todo cristiano debe aprender para desarrollar un ministerio fructífero: Dependencia de Dios. Sin duda alguna, Elías aprendió a depender de Dios en aquel solitario arroyo. El profeta fue testigo del cuidado de Dios sobre su vida: «Y los cuervos, le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde y bebía del arroyo» (1Reyes 17.6).
Si usted quiere ser usado por Dios en el ministerio no debe sorprenderse ni menos oponerse a que Dios le coloque en medios de circunstancias solitarias y anónimas.  Allí aprenderá a deshacerse de la autosuficiencia, del orgullo y de algunos viejos y malos hábitos arraigados en su vida. Dios lo alejará del bullicio y la notoriedad pública para que deje de apoyarse en sus habilidades o en aquellas cosas y personas a las cuales habitualmente se ha aferrado. Lo hará para que aprenda a depender solo de Él.  





[1] Vance Havner, citado por Charles Swindoll en, Elías, un hombre de heroísmo y humildad (Alabama Street, El Paso, TX.: Editorial Mundo Hispano, 2011), 51.
[2] Ibid, 39.

miércoles, 2 de enero de 2019

MARQUE LA DIFERENCIA PARA SER UN VOCERO DE DIOS



Un grupo de estudiantes de secundaria se preparaban para presentar una obra teatral de fin de año. Entre los jóvenes actores había uno llamado Samuel. Era tan bueno en todos los papeles que interpretaba que opacaba fácilmente a los demás participantes, e inclusive llegó  a ser la envidia de los principiantes actores.
Debido a las quejas constantes, el director decidió darle a Samuel el papel de mayordomo. Ahora bien, el mayordomo no tenía que decir ni una sola palabra en la obra. Lo único que tenía que hacer era estar de pie en el mismo sitio en cada uno de los actos y en todas las escenas durante la obra.
Al finalizar la presentación quien recibió el premio como mejor actor fue precisamente Samuel. No tuvo que hablar nada; sin embargo, la gama de expresiones con gestos, muecas y contorsiones que realizó fueron tan notables y sobresalientes quel público  quedó maravillado. Aun interpretando el papel de un mayordomo, y sin decir una sola palabra, Samuel no hizo causa común con la insignificancia y la mediocridad de los demás actores.
Sin importar el papel que nos toque desempeñar, los cristianos estamos llamados a marcar la diferencia en medio de la oscura y séptica sociedad en la que vivimos.
Uno de los hombres que destacó en un mundo saturado por la oscuridad de la corrupción espiritual fue el profeta Elías. Este hombre de Dios vivió cuando su nación era gobernada por el maligno rey Acab y su esposa Jezabel. En realidad, Jezabel, era el poder maligno detrás del trono. Satanás uso a la malvada Jezabel para inducir a la nación de Dios a la absoluta postración idolátrica y a una escandalosa inmoralidad. En medio de ese entorno pecaminoso surge la figura de Elías para presentar con valor la palabra de Dios:

Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra. (1Reyes 17.1 RV60).

 Sin vacilación, sin intimidación, sin protocolo alguno¸ Elías, el vocero de Dios se presenta y en la cara del hombre más poderoso de su país habla en nombre de Dios. Cuando nadie hablaba de Dios este profeta de Dios lo hizo sin titubeo alguno. Cuando toda la nación estaba sumergida en la idolatría a causa de Acab y su esposa, Elías, era un hombre que servía y ministraba en la presencia de Dios. Para hacer más sencillo el punto: Cuando todo el mundo iba tras la idolatría, Elías era un hombre devoto del Dios Verdadero. Elías no era un hombre refinado ni diplomático, pero un hombre de Dios que no se dejó arrastrar por la mediocridad espiritual de su época  y eso le hizo marcar la diferencia y ser un vocero de Dios.
La búsqueda continua de hombres que marquen la diferencia no ha cesado. Dios sigue buscando todavía personas que estén dispuestas a no mezclarse ni a disolverse con el entorno oscuro y mediocre de este séptico mundo para ser usados como sus voceros ¿Lo usaría a usted? Recuerde lo que dije anteriormente: Sin Importar El Papel Que Nos Toque Desempeñar, Los Cristianos Estamos Llamados A Marcar La Diferencia En Medio De La Oscura, Invisible Y Séptica Sociedad En La Que Vivimos.