Un grupo de estudiantes de secundaria se
preparaban para presentar una obra teatral de fin de año. Entre los jóvenes
actores había uno llamado Samuel. Era tan bueno en todos los papeles que interpretaba
que opacaba fácilmente a los demás participantes, e inclusive llegó a ser la envidia de los principiantes actores.
Debido a las quejas constantes, el director
decidió darle a Samuel el papel de mayordomo. Ahora bien, el mayordomo no tenía
que decir ni una sola palabra en la obra. Lo único que tenía que hacer era estar
de pie en el mismo sitio en cada uno de los actos y en todas las escenas durante
la obra.
Al finalizar la presentación quien recibió
el premio como mejor actor fue precisamente Samuel. No tuvo que hablar
nada; sin embargo, la gama de expresiones con gestos, muecas y contorsiones que
realizó fueron tan notables y sobresalientes que el público quedó maravillado. Aun interpretando el papel
de un mayordomo, y sin decir una sola palabra, Samuel no hizo causa común con
la insignificancia y la mediocridad de los demás actores.
Sin importar el papel que nos toque desempeñar,
los cristianos estamos llamados a marcar la diferencia en medio de la oscura y séptica sociedad en la que vivimos.
Uno de los hombres que destacó en un
mundo saturado por la oscuridad de la corrupción espiritual fue el profeta Elías.
Este hombre de Dios vivió cuando su nación era gobernada por el maligno rey
Acab y su esposa Jezabel. En realidad, Jezabel, era el poder maligno detrás del
trono. Satanás uso a la malvada Jezabel para inducir a la nación de Dios a la
absoluta postración idolátrica y a una escandalosa inmoralidad. En medio de ese
entorno pecaminoso surge la figura de Elías para presentar con valor la palabra
de Dios:
Entonces Elías tisbita, que era de los
moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia
estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra. (1Reyes 17.1 RV60).
Sin
vacilación, sin intimidación, sin protocolo alguno¸ Elías, el vocero de Dios se
presenta y en la cara del hombre más poderoso de su país habla en nombre de
Dios. Cuando nadie hablaba de Dios este profeta de Dios lo hizo sin titubeo
alguno. Cuando toda la nación estaba sumergida en la idolatría a causa de Acab
y su esposa, Elías, era un hombre que servía y ministraba en la presencia de
Dios. Para hacer más sencillo el punto: Cuando todo el mundo iba tras la
idolatría, Elías era un hombre devoto del Dios Verdadero. Elías no era un hombre
refinado ni diplomático, pero un hombre de Dios que no se dejó arrastrar por la
mediocridad espiritual de su época y eso
le hizo marcar la diferencia y ser un vocero de Dios.
La búsqueda continua de hombres que
marquen la diferencia no ha cesado. Dios sigue buscando todavía personas que
estén dispuestas a no mezclarse ni a disolverse con el entorno oscuro y mediocre
de este séptico mundo para ser usados como sus voceros ¿Lo usaría a usted? Recuerde
lo que dije anteriormente: Sin Importar
El Papel Que Nos Toque Desempeñar, Los Cristianos Estamos Llamados A Marcar La
Diferencia En Medio De La Oscura, Invisible Y Séptica Sociedad En La Que
Vivimos.
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