Se cuenta de Eric Liddell, quien ganó la
carrera de cuatrocientos metros en los juegos olímpicos celebrados en París,
que cuando supo que su carrera iba a correrse en el día del Señor rehusó competir,
diciendo: “Me opongo a los deportes en domingo”, de esa manera se eliminaba a
sí mismo.
La prensa deportiva de Europa lo
criticó, y recibió el escarnio y la crítica de todas partes, aun de los
periódicos de su propio país. Pero sorpresivamente la carrera fue programada
para días después. Eric Liddell comentó
luego: ― “Recuerdo que cuando me disponía yo a correr en las pruebas finales, el
instructor me dio una nota. La abrí y leí las palabras: ‘Yo honraré a los que
me honran.’ Esta fue la promesa de Dios. El me ayudó y yo gané la carrera en
las olimpiadas.”
Dios no pasa por alto la fe de sus
hijos. Él está más que dispuesto a honrar la fe de aquellos que le honran y confían
en su palabra.
En la Biblia uno de los hombres cuya fe fue
honrada por Dios, fue el profeta Elías. Elías fue testigo de cómo Dios cumplió
su promesa. En 1 Reyes 18.1 Dios le dijo al
profeta: «. . . Ve, muéstrate a Acab, yo haré llover sobre la faz de la tierra».
Cuarenta y cuatro versículos más adelante vemos que Dios cumplió es promesa: «Y
aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento,
y hubo una gran lluvia. . .» (1 Reyes 18.45).
Elías había honrado a Dios en el monte
Carmelo delante de toda una nación que había dado la espalda a Dios y a sus
mandatos, y Dios honró la fe de Elías en aquella montaña no solo enviando fuego,
sino también lluvia. Dios no subestima la fe de aquello que lo honran: «…porque
yo honraré a los que me honran…» (1Samuel 2.30).
¿Pero cuál fue la actitud de Elías mientras
esperaba el cumplimiento de la promesa divina?
En
primer lugar esperó en actitud de oración. Elías
subió al monte a orar
Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque
una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la
cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas.
(1 Reyes 18.41-42).
Si usted quiere ver las promesas de Dios
cumplidas no puede pasar por alto la disciplina de la oración; la oración ferviente
y la fe siempre van juntas. Momentos antes Elías había obtenido una impresionante
victoria sobre los profetas de Baal, pero eso no cambió la sencillez de su
corazón. En actitud humilde se postró en tierra y comenzó a orar.
En
segundo lugar, Elías esperó con una actitud expectante y persistente
Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar.
Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete
veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano
de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y
desciende, para que la lluvia no te ataje. (1 Reyes 18.43-44).
Elías estuvo a la expectativa de la
lluvia, por tal razón envió a su criado a
la playa a ver si aparecía alguna nube lluviosa en el firmamento. Por siete veces
Elías envió a su criado a hacer ello, lo cual nos dice que fue persistente y no
dejó de orar hasta cuando una pequeña nube anunciaba el advenimiento de una
torrencial lluvia.
¿Cómo espera usted el cumplimiento de
las promesas de Dios? ¿En actitud de oración? ¿Con expectativa? ¿Con frecuencia
se rinde o es persistente esperando la respuesta de Dios?
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