miércoles, 9 de enero de 2019

LAS PROMESAS DE DIOS Y NUESTRA FE



Se cuenta de Eric Liddell, quien ganó la carrera de cuatrocientos metros en los juegos olímpicos celebrados en París, que cuando supo que su carrera iba a correrse en el día del Señor rehusó competir, diciendo: “Me opongo a los deportes en domingo”, de esa manera se eliminaba a sí mismo.
La prensa deportiva de Europa lo criticó, y recibió el escarnio y la crítica de todas partes, aun de los periódicos de su propio país. Pero sorpresivamente la carrera fue programada para días después.  Eric Liddell comentó luego: ― “Recuerdo que cuando me disponía yo a correr en las pruebas finales, el instructor me dio una nota. La abrí y leí las palabras: ‘Yo honraré a los que me honran.’ Esta fue la promesa de Dios. El me ayudó y yo gané la carrera en las olimpiadas.”
Dios no pasa por alto la fe de sus hijos. Él está más que dispuesto a honrar la fe de aquellos que le honran y confían en su palabra.
En la Biblia uno de los hombres cuya fe fue honrada por Dios, fue el profeta Elías. Elías fue testigo de cómo Dios cumplió su promesa. En 1 Reyes 18.1 Dios le dijo al profeta: «. . . Ve, muéstrate a Acab, yo haré llover sobre la faz de la tierra». Cuarenta y cuatro versículos más adelante vemos que Dios cumplió es promesa: «Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. . .» (1 Reyes 18.45).
Elías había honrado a Dios en el monte Carmelo delante de toda una nación que había dado la espalda a Dios y a sus mandatos, y Dios honró la fe de Elías en aquella montaña no solo enviando fuego, sino también lluvia. Dios no subestima la fe de aquello que lo honran: «…porque yo honraré a los que me honran…» (1Samuel 2.30).  
¿Pero cuál fue la actitud de Elías mientras esperaba el cumplimiento de la promesa divina?

En primer lugar esperó en actitud de oración. Elías subió al monte a orar
Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. (1 Reyes 18.41-42).
Si usted quiere ver las promesas de Dios cumplidas no puede pasar por alto la disciplina de la oración; la oración ferviente y la fe siempre van juntas. Momentos antes Elías había obtenido una impresionante victoria sobre los profetas de Baal, pero eso no cambió la sencillez de su corazón. En actitud humilde se postró en tierra y comenzó a orar.

En segundo lugar, Elías esperó con una actitud expectante y persistente    
Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. (1 Reyes 18.43-44).
Elías estuvo a la expectativa de la lluvia, por tal  razón envió a su criado a la playa a ver si aparecía alguna nube lluviosa en el firmamento. Por siete veces Elías envió a su criado a hacer ello, lo cual nos dice que fue persistente y no dejó de orar hasta cuando una pequeña nube anunciaba el advenimiento de una torrencial lluvia.   
¿Cómo espera usted el cumplimiento de las promesas de Dios? ¿En actitud de oración? ¿Con expectativa? ¿Con frecuencia se rinde o es persistente esperando la respuesta de Dios?   

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