jueves, 29 de noviembre de 2018

TRES EXPERIENCIAS DEL NUEVO NACIMIENTO (Parte II)



 Tara y Todd tenían una hija de trece años cuyo nombre era Taylor. En la primavera del 2010 un accidente de esquí terminó con la vida de su dulce niña. Jamás Tara y Todd se imaginaron pasar por la horrible pesadilla de enterrar a su hija. Ellos decidieron donar los órganos de su hija a pacientes que los requerían. Ninguna niña necesitaba con urgencia un corazón como Patricia Winters, a quien el corazón había comenzado a fallarle unos años antes, dejándola demasiado débil como para hacer mucho más que dormir. El corazón de Taylor le brindó a Patricia un nuevo comienzo de vida.
Un día Tara y Todd decidieron escuchar el corazón de su hija, así que tomaron un avión desde Dallas a Phoneis y fueron a casa de Patricia con el solo propósito de escuchar el palpitar del corazón de su finada hija. Patricia ofreció un estetoscopio a Tara y a Todd. Cuando escucharon el ritmo vigoroso se emocionaron hasta las lágrimas, pues estaban escuchando el palpitar del corazón de su hija aun cuando aquel corazón estaba en un cuerpo diferente.  
La experiencia del Nuevo Nacimiento es algo muy similar a una operación quirúrgica. «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.  Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra» (Ezequiel 36.26-27 RV60). Dios como cirujano cardiólogo nos abre el pecho y retira el corazón pecaminoso cargado de orgullo, dolor, vanidad, lujuria y lo reemplaza por el corazón puro de su Hijo Jesús. Cada vez que Dios escucha los corazones de quienes han experimentado el Nuevo Nacimiento, escucha el palpitar del corazón de su Hijo. El apóstol Pablo expresó esta idea cuando dijo: «…Ya no vivo yo, más vive Cristo en mi…» (Gálatas 2.20).
    


miércoles, 28 de noviembre de 2018

TRES EXPERIENCIAS DEL NUEVO NACIMIENTO (Parte I)



En cierta oportunidad un hombre religiosamente muy importante, cuyo nombre era Nicodemo, le preguntó  a Jesús: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3.4 RV60).
¿Quién era Nicodemo? Le dije que era un hombre muy importante religiosamente hablando. No solo era uno de los seis mil fariseos, sino un principal entre ellos. Era uno de los setenta hombres que servía en el gran concilio supremo de justicia de su país. Experto en leyes, en filosofía, en teología; era un doctor en ciencia y divinidades. Nicodemo era un hombre con una mente saturada de religión, pero con un corazón existencialmente vacío. La falta de paz en su corazón lo llevó a buscar aquello que las reglas y regulaciones no podían satisfacer. En el silencio de la noche, Nicodemo buscó a Jesús, pues tiene el presentimiento que el gran Rabí  puede ayudarle en su conflicto.
Nicodemo es consciente que es parte de una religión que habla de Dios, pero no está seguro si eso alcanza para ser parte del reino de Dios. Quizás hace un tiempo atrás pensó que el cumplimiento de las reglas religiosas y el hecho de pertenecer genéticamente al linaje de Abraham, eran suficiente para ser parte del reino celestial de Dios; pero ahora las dudas asaltan su corazón y va tras Jesús por ayuda. Jesús inició su sesión de asesoría diciéndole: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3.3).
Nicodemo no entiende lo que Jesús intenta decirle y naturalmente pregunta:   «… ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» Nicodemo sabe que ningún hombre puede volver al vientre de su madre para nacer nuevamente. Jesús aclara lo que intenta enseñarle y le dice: «…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3.5).
Para Jesús el Nuevo Nacimiento es un asunto de limpieza espiritual. Le estaba intentando decir a Nicodemo (y por implicación también a nosotros) que no importa cuán  religioso seas ni cuantas reglas cumplas, eso no es suficiente para entrar en el cielo. Al reino de Dios solo ingresamos cuando nuestros corazones pecaminosos han sido lavados (purificados).
El Nuevo Nacimiento es un asunto de limpieza interna. Dios nos da un buen baño espiritual antes de pertenecer a su reino. Significa que Dios lava nuestro  interior por medio de la regeneración. El apóstol Pablo lo dijo así: «Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3.5).
REFLEXIONEMOS JUNTOS
A modo de reflexión permítame hacerle la siguiente pregunta: ¿Tiene usted simplemente una religión pura o tiene un corazón purificado? Tristemente mucha gente al igual que Nicodemo, solo posee lo primero, y no lo segundo. Recuerde que no se trata de religión, sino de purificación: «…el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios»


lunes, 26 de noviembre de 2018

VIVE A LA LUZ DE LA ETERNIDAD RECORDANDO LA CORONA DE LA VIDA



Una de las cosas que te pueden ayudar a vivir a la luz de la eternidad es la recompensa futura que tendrás cuando estés en el cielo. La Biblia habla acerca de recompensas para el cristiano:

He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Isaías 40.10 (RV-1960)
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos… Mateo 5.12 (RV-1960)
Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa. Marcos 9.41 (RV-1960)
Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 1 Corintios 3.8 (RV-1960)
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Colosenses 3.24 (RV-1960)
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22.12 (RV-1960)
Habrá un día de recompensa, de paga, de galardón por nuestras buenas acciones acá en la tierra mientras servíamos a Dios. El Señor viene pronto y no viene con las manos vacías. El día en que Cristo venga será un día de recompensas. Muchos desconocidos aquí en la tierra, recibirán un reconocimiento especial en el cielo. Los que no tuvieron la bendición de un padre, oirán la bendición de su Padre celestial.
Una de las recompensas prometidas por nuestro Señor  es la corona de vida. En el libro de los Hechos podemos observar que los primeros discípulos de Cristo,  por el simple hecho de testificar de él, eran amenazados, encarcelados, azotados, muertos a pedradas (caso de Esteban), perseguidos. Santiago, el medio hermano de Jesús; se dio el tiempo de escribir una carta para bridar animó a los creyentes de aquella época. Él les dijo: «Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» Santiago 1.12 (RV-1960).
La recompensa de una corona de vida es una promesa divina. La corona de la vida significa vivir eternamente en un mundo donde no habrá muerte. Dios otorgará dicha aureola a aquellos que resistieron las pruebas y mostraron su amor a Él aun en medio de la adversidad. Años más tarde el apóstol Juan escribiendo el libro de Apocalipsis, señaló que la corona de la vida es para quienes salvaguardan su fidelidad a Jesús aun en medio del padecimiento: «No temas en nada lo que vas a padecer… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» Apocalipsis 2.10 (RV-1960).
La vida le pondrá en serios aprietos y pondrá también a prueba su fe. Si usted se enfoca en el sufrimiento pasajero de que suele causar las circunstancias difíciles de la vida, probablemente perderá de vista lo eterno. Pero recuerde que la corona de la vida no es para los pusilánimes que se rinden y dan media vuelta atrás abandonando el reino; sino para quienes resisten la prueba y permanecen fieles al Señor hasta la muerte.
Recordar las recompensas futuras del Señor, es un gran recordatorio para vivir a la luz de la eternidad durante la travesía de este mundo terrenal.

martes, 20 de noviembre de 2018

CARA A CARA CON EL GRAN JUEZ



En el devocional de hoy aprenderemos que para vivir a la luz de la eternidad, debemos tener presente que un día compareceremos ante el tribunal de Cristo. Este es el primer recordatorio que necesitamos tener en mente si no queramos que nuestro corazón viva afanado por las cosas temporales y vanas de este mundo. Ser consciente que un día estaremos cara con nuestro Señor y que seremos juzgados ante él, puede ayudarnos a mantener nuestro enfoque en lo eterno. ¿De qué cosas nos juzgará el Señor?


En primer lugar el juzgará  nuestras obras.

 «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» 2 Corintios 5.10 (RV-1960)
¿Es este un juicio de condenación? No. Los creyentes se presentarán ante el tribunal de Cristo no para ser condenados porque Romanos 8.1 enseña que «…ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús». La palabra griega “bema” que se usa para la palabra tribunal y que se refiere a la plataforma elevada en la que se colocaban los atletas victoriosos para recibir su corona luego de los juegos olímpicos; explica que no se trata de comparecer ante el Señor para condenación sino para recompensación.  La razón de comparecer ante el gran bema de Cristo, es para que las acciones de los creyentes realizadas durante su ministerio terrenal sean juzgadas y recompensadas.

En segundo lugar, el Señor juzgará  nuestras intenciones.

 «Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios» 1 Corintios 4.5 (RV-1960)
La primera advertencia en este versículo va dirigida a quienes tienen la grave tendencia de usurpar el trono de Dios para juzgar a los demás. En la última parte del verso 4 de este mismo capítulo, Pablo, dice: «…el que me juzga es el Señor».  Luego añade que no se debe juzgar antes de tiempo (V.5).  Ningún veredicto humano es válido para Pablo, y tampoco para nosotros; solo lo que decrete el Señor en su segundo regreso tendrá un alto significado ¿Por qué? Porque el Señor es el único capaz de sacar a la luz lo oculto, lo que no se puede ver. Es el Señor quien en su tiempo «manifestará las intenciones de los corazones».
William Barclay, escribió: «El hombre ve la acción, pero Dios ve la intención. Muchas acciones que parecen nobles puede que se hayan realizado por los motivos más egoístas e innobles; y muchas acciones que parecen rastreras se han llevado a cabo por los motivos más elevados. El Único, que puede juzgar el corazón es el que lo ha hecho y es el único que lo conoce».

En tercer lugar el Señor juzgará  nuestras palabras

Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Mateo 12.36-37 (RV-1960)
Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado.  Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará.» Mateo 12.36, 37 (NVI)
El tercer aspecto que se juzgará en el tribunal de Cristo tiene que ver con las palabras. Las conversaciones sin sentido, las charlas inútiles, los diálogos inmorales, las pláticas morbosas y saturadas de chismes. Todas estas clases de conversaciones serán juzgadas un día por el Señor.
Los que alguna vez vieron la película “El Gladiador”, han de recordar los momentos previos en que el general romano Máximo Décimo Meridio;  antes de comenzar la lucha contra los germanos al dirigirse a sus legionarios pronuncia este breve pero significativo discurso:

Dentro de tres semanas yo estaré recogiendo mis cosechas. Imaginad donde querréis estar y se hará realidad. Manteneos firmes, no os separéis de mí. Si os veis cabalgando solos por verdes prados, el rostro bañado por el sol, que no os cause temor. Estaréis en el Elíseo (paraíso) y ya habréis muerto. ¡Hermanos! Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad.

La última expresión de tan breve pero elocuente discurso, describe con precisión la verdad bíblica que un creyente nunca debe dejar pasar por alto: Lo que hacemos en esta vida, tiene repercusiones eternas. Nada más cierto no solo para los creyentes, sino para cualquier persona que proyecta su sombra sobre este mundo.

TRES PREGUNTAS DE DIMENSIONES ETERNAS
¿Estás usando tu tiempo a la luz de la eternidad?
¿Es Cristo el rey de su vida en sus pensamientos, acciones y palabras?
¿Qué harías si supieras que Jesús viniera dentro de 24 horas?

lunes, 19 de noviembre de 2018

NO MIRANDO LAS COSAS QUE SE VEN, SINO LAS QUE NO SE VEN



Después de haber dedicado una buena parte de su vida al trabajo misionero, y habiendo llegado el tiempo de su jubilación; un misionero norteamericano tomando una embarcación, decidió regresar a su país de origen. Para su sorpresa, en el mismo barco que este misionero viajaba, también lo hacía el presidente de su país. Habiendo llegado el barco a su destino, una enorme multitud, una banda militar, una alfombra roja, pancartas y la atención de los medio de comunicación le dieron la bienvenida al presidente. Un sentimiento de lástima para consigo mismo invadió el corazón del misionero al verse que desembarcaba sin notoriedad alguna. Con cierto resentimiento en su interior comenzó a quejarse contra Dios por tal situación. De pronto, escuchó la voz de Dios que, con ternura le dijo: « ¿Por qué te pones triste hijo mío, si tú todavía aún no has llegado a casa?».
Algo similar sucede en la vida cristiana.  Cuando el creyente  coloca su mirada en las cosas terrenales, pierde la perspectiva de las cosas eternas. Concentrar  nuestros ojos en las cosas terrenales, produce una amnesia  espiritual que hace que olvidemos lo eterno y vivimos afanados por lo terrenal. El apóstol Pablo aconsejó a la iglesia de los corintios a no desviar su mirada de las cosas eternas. Observe las palabras que escribió: «No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» 2 Corintios 4.18 (RV-1960).
¿Ha visto usted a una mujer embrazada? ¿Se ha fijado en la clase de actitud que tiene para con él bebé que lleva dentro de su vientre? Observe como su comportamiento gira alrededor del bebé. Su dinero, sus conversaciones, sus comidas, sus intereses y aún sus relaciones giran alrededor del bebé que no ha visto ni ha tocado. ¿Por qué sucede esto en una madre que gesta? Porque en comparación con otros asuntos de la vida, su atención está puesta en aquello que para ella tiene mucho valor, mucho significado. Aunque ni siquiera haya visto a aquel pequeño ser. El reconocido pastor Rick Warren escribió: «Cuando vives a la luz de la eternidad, tus valores cambian...De repente muchas de las actividades, metas e incluso problemas que parecían muy importantes se tornan triviales, pequeños e insignificantes, como para que les prestes atención. Cuanto más te acercas a Dios, más pequeñas se ven las cosasde este mundo». 
Dios llama constantemente nuestra atención para enfocar nuestra mirada en las cosas eternas. Y lo hace haciéndonos saber, que este mundo es efímero y fugaz comparado con el hogar eterno que nos ofrece.
«Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.» (Hebreos 13.14)
«Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.» (1 Juan 2.17)
«Y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa.» (1 Corintios 7.31)

viernes, 16 de noviembre de 2018

MIENTRAS USTED ESPERA LO PEOR, DIOS SIEMPRE PIENSA EN LO MEJOR



Cuando Helen Hayes (actriz anglo –estadounidense, 1900-1993), cocinó por primera vez un pavo para la cena del Día de Acción de Gracias, antes de servirlo le dijo a su esposo e hijo: «este es el primer pavo que cocino, si no les gusta, no quiero que nadie diga una sola palabra. Nos levantamos de la mesa, sin comentarios, y salimos a comer a un restaurante».  Helen fue a la cocina y regresó al comedor con el pavo. Allí encontró a su esposo e hijo sentados en la mesa, con sus abrigos y sombreros puestos, listos para salir.
La mayor razón por la que la gente suele fracasar es porque espera anticipadamente el fracaso, es decir vaticinan sus desgracias con anticipación. Al parecer, el patriarca Job, durante los momentos más críticos de su vida pasó por esta situación y dijo: «Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía» (Job 3.25 RV60).
Es humanamente compresible el hecho de pronosticar mentalmente que las cosas no nos van a salir bien, especialmente cuando una y otra vez lo hemos estado intentado. Pretender comenzar algo nuevo después de un fracaso siempre produce cierta dosis de temor y de incertidumbre. Sin embargo, debemos hacer lo posible por no dejar que vaticinios mentales negativos nos dominen, pues de lo contrario quedaremos convertidos en  personas pasivas y carentes de fe que se han resignado a una vida carente de significado.
Para fortuna nuestra la invitación de Dios para una vida abrumada por los fracasos y la consternación,  es poner nuestra confianza en él.    

Confía en Jehová, y haz el bien;… Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía. Salmos 37.3-6.
No sé qué pensamientos tiene en estos momentos con respecto a su salud, finanzas, familia, matrimonio o trabajo; quizás la incertidumbre está saturando su mente con pronósticos negativos respecto a estas áreas de su vida ¿por qué no entrega esos pensamientos en las manos del Señor y comienza a confiar en Él? Si sus pensamientos pronostican lo peor de su vida, los pensamientos de Dios son esperanzadores. Cuando los judíos fracasaron en su relación con Dios, y estaban sumergidos en sus lamentos a raíz de sus fallas; Dios les invitó a confiar en  Él. Dios les dijo: «…yo se los planes que tengo para ustedes…Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29. 11 NTV).
 La gran razón para dejar de pensar en lo peor y esperar lo mejor, es porque los planes de Dios para nuestra vida son buenos, están llenos de futuro y esperanza.

jueves, 15 de noviembre de 2018

OLVIDANDO LO QUE QUEDA ATRÁS



Una de las experiencias más comunes que identifica a los seres humanos es el fracaso. Todos cometemos errores, todos fallamos, y casi todos tenemos un pasado oscuro y escandaloso el cual tratamos de ocultarlo; pero irónicamente no todos tienen la actitud para superarlos.
Michael Jordan, un ex astro del baloncesto mundial y de quien se calcula ha acumulado una fortuna de más de mil millones de dólares, en cierta oportunidad dijo: «He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. 26 veces han confiado en mí para tomar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y esa es la razón por la que tengo éxito». Como ve, este ex deportista atribuye el éxito de su carrera no a la falta de errores, sino a su deseo de superarlos.
En las páginas de la Biblia encontramos en la figura destacada del apóstol Pablo a una persona que no permitió que su pasado lo estancara en la vida. En su carta a los filipenses escribió:

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3.13, 14 RV60).

Para que lo que ha leído tenga más impacto en su corazón, permítame describirle resumidamente algo de la vida del autor de aquellas palabras.
En la Biblia la primera vez que se menciona a Pablo, este aparece inicialmente como Saulo de Tarso, y la primera impresión que se observa es la de un tipo brutal y sangriento. Más que un devoto seguidor de la religión judía parecía un terrorista. La sangre del primer mártir cristiano salpicó las ropas del cruel Saulo. Pablo antes de convertirse en cristiano, odiaba el nombre de Jesús y se convirtió en el precursor violento y sanguinario de los complots asesinos dirigidos contra los cristianos. En resumen, ¡ese es el infierno del cual Pablo salió! ¡Ese es el oscuro pasado del insigne apóstol del cristianismo!
¿Cómo superó Pablo ese escandaloso pasado?  Permitió que el poder de Dios obre en su vida. En Efesios 1.19 Pablo habló de aquel poder: «Y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos…» (NVI). El poder divino obró en la vida de Pablo,  y cuando el poder de Dios obra en el alma de un hombre, no hay pasado que lo pueda estancar por más escandaloso y oscuro  que este haya sido. Con la ayuda de Dios, Pablo no permitió que tanto  el éxito y los  fracasos de su pasado lo atraparan. Él sabía que la única forma de llegar a la meta de su llamado existencial solo era posible  colocando su enfoque hacia adelante, y no mirando el retrovisor de oscuro pasado.
No tengo duda que usted desea extenderse hacia adelante, quiere avanzar en la vida, y eso es digno de destacar; sin embargo, no lo logrará si permite que su pasado lo atrape.
 No importa dónde y cómo se encuentre  en este momento. Quedarse sentado lamentado las heridas y los errores de su pasado solo producen amargura y frustración. Los suspiros, los llantos tal vez sean justificables para el momento doloroso o vergonzoso que vivió; pero son inútiles para vivir el futuro. Dios no le dará a usted más de lo que usted está decidido a tomar. Si no está satisfecho o satisfecha con la vida que lleva y menos con su pasado, usted necesita acceder al poder de Dios. Entonces, se sorprenderá hasta donde Dios es capaz de elevarle. Es el momento de ponerse de pie y seguir adelante. Confíe en Dios, pues él tiene poder para anular su pasado  y liberarlo para vivir el presente.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

EL SECRETO DE VIVIR FELIZ



 La vida no es sino un conjunto enorme de variados días. Los diferentes matices que envuelven los días nos muestran que no existen días circunstancialmente estables. El genial Max Lucado, lo expresó de la siguiente manera: 
La vida nos da un revoltijo de días…días de alegría que esperamos que no terminen. Días oscuros que parecen no tener fin. Días ocupados y bulliciosos. Días juiciosos. Días decepcionantes incluso, días tontos y locos…
La manera en que enfrentemos cada día, ya sea difícil o gratificante, dependen de lo que está en nuestras mentes y en nuestros corazones…
Al final, la clase de perspectiva que su mente posea, determinará el tipo de actitud con el que afrontará los brillantes y oscuros días de su vida.
 Hace mucho tiempo atrás vivió un hombre cuya actitud frente a la vida nos sirve como un prototipo digno de admirar y a la misma vez de imitar. Este hombre era apóstol Pablo. Las circunstancias de los días de Pablo no siempre fueron cómodas. En algunas ocasiones estaba en la cúspide, otras veces en la sombra de la vida. En ocasiones aplaudido y con muchas palmaditas en los hombros, otras veces apedreado. Rodeado de amistades en ciertos momentos, olvidado en una maloliente celda en otros. Pero Pablo, sí  que sabía mantener el entusiasmo de la vida a pesar de las diferentes circunstancias que vivió. Aunque no pudo elegir que todos sus días fueran maravillosos, si supo elegir una actitud correcta para sus días y su vida. Su ejemplar actitud se puede resumir en las siguientes palabras que el mismo escribió:

Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4.12, 13 RV60).

¿Cuál era secreto de Pablo para vivir una vida feliz? Esencialmente radicaba en saber elegir la actitud correcta ante cualquier circunstancia de la vida. Es su actitud lo que determina su altitud en la vida. Hace tiempo atrás, el pastor y escritor Charles Swindoll, escribió una nota edificante sobre la importancia de la actitud en la vida. Esto es lo que escribió:

Entre más vivo, más me doy cuenta del impacto de una actitud en la vida…
Para mí la actitud es más importante que los hechos. Es más importante que el pasado. Es más importante que la educación, el dinero, las circunstancias, los fracasos, los triunfos…Es más importante que la apariencia, el talento o la habilidad.
…(La actitud) construirá o destruirá una compañía, una iglesia o un hogar. Lo interesante es que tenemos una elección diaria acerca de la actitud que tomaremos ese día.
No podemos cambiar nuestro pasado. No podemos cambiar el hecho de que las personas actuarán de cierta manera. No podemos cambiar lo inevitable. Lo único que podemos hacer es utilizar lo que tenemos, y eso es nuestra actitud.
Estoy convencido de que la vida es 10% lo que me sucede a mí y 90% cómo reacciono ante eso.

Amigo usted y yo no podemos elegir todo lo que quisiéramos que nos suceda en la vida, pero si podemos elegir tener una actitud correcta para vivirla. Es allí donde yace el secreto de la felicidad.


martes, 13 de noviembre de 2018

SUBSTITUYA LA PREOCUPACIÓN POR LA ORACIÓN



Un hombre que se preocupaba excesivamente, contrató a alguien quien aceptó asumir sus preocupaciones por un salario de 200 mil dólares al año. Después que el tipo aceptó el trabajo, la primera pregunta que le hizo  a su patrón fue: « ¿Dónde va a conseguir los 200 mil dólares anuales para pagarme?» El hombre respondió: «Esa es la primera preocupación que vas a resolver».
Amigo, la preocupación es un trabajo que no se puede delegar, pero si se puede superar.
La preocupación logra  impetuosamente  invadir la mente sembrando el terror en nuestro corazón. Suele asfixiar la fe y producir pánico en nuestro  interior. La oración en cambio, crea valor y esperanza; especialmente desplaza la ansiedad al producir paz en nuestro interior. Con tal razón Pablo aconsejó hace mucho tiempo atrás diciendo:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4.6, 7 RV60). 
La palabra bíblica preocupación (me riña en griego) está formada por dos palabras, merizo (dividir) y nous (mente). Ilustra lo que hace la preocupación: divide nuestra energía entre las prioridades de presente y los problemas del mañana. ¿Entiende ahora usted porque no puede vivir una vida emocionalmente equilibrada? Usted necesita vivir cada día con la totalidad de su mente y de sus energías, pero no podrá lograrlo si vive preocupado por el mañana que ni siquiera llega. Jesús advirtió: «Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» (Mateo 6.34).
Créame que se  lo que significa preocuparse desmedidamente por el mañana. Y no se lo recomiendo como un estilo de vida. Pues causa insomnio, irritabilidad, descontento, frustración… Aprendí a doblar mis rodillas y poner mis cargas en el Señor. Él tiene las circunstancias bajo control. Mis días se han vuelto más tranquilos, porque he aprendido a remplazar la preocupación con la oración.
Si usted tiene tiempo para preocuparse, entonces también tiene tiempo para orar. Le recomiendo que reemplace la preocupación por la oración. Un tiempo con Dios por medio de la oración saturará de paz su corazón y deslizará  la abrumadora tensión que suele causar la preocupación.

lunes, 12 de noviembre de 2018

EL FAMOSO VUELO DE RENOVACIÓN



El águila es el ave de mayor longevidad de su especie; llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40 años, deberá tomar una seria y difícil decisión.
A las cuatro décadas de vida sus uñas se vuelven apretadas y flexibles, sin conseguir tomar a sus presas con las cuales se alimenta.
Su pico largo y puntiagudo se curva apuntando contra su pecho, sus alas envejecen y se tornan pesadas… Volar se le hace cada vez más difícil. Entonces el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar su doloso proceso de renovación, que durará 150 días.
Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar.
Después, al encontrarse en el lugar, el águila comienza a golpear con su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo. Luego de hacer esto, esperará el crecimiento de un nuevo pico con el que desprenderá una a una sus garras y también a desplumar sus plumas viejas.
Finalmente, después de cinco meses muy duros, sale para el famoso vuelo de renovación que le dará 30 años más de vida».
La falta de renovación suele producir una actitud apática por las cosas del Señor  y puede aún afectar nuestro entusiasmo en áreas importantes de la vida como la familia, el matrimonio, el trabajo.  La rutina es el tipo de actitud que de una manera sutil y silenciosa  succiona nuestra pasión por la vida y nos vuelve infructuosos y muchas veces seres mediocres.
Cuando el creyente ha perdido su entusiasmo por las cosas del Dios (situación que suele suceder),   debe considerar que ha llegado el momento de renovarse.  Aunque la renovación espiritual es un proceso duro, es necesaria para salir de la esclavizadora prisión en las que no envuelve. Para ello necesitamos ascender a las alturas divinas y pasar  tiempo con Dios. Dejar que Él nos ayude a superar ese hastío en el cual se encuentra envuelta nuestra vida. De seguro que Dios nos dará fuerzas y pasión renovada.
Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Isaías 40.31
Renovaos en el espíritu de vuestra mente. Efesios  4.23
Una manera práctica de aplicar este principio, es por medio de la oración y lectura de la Biblia y de otros buenos libros. La lectura es un instrumento poderoso para  lograr una actitud renovadora. Propóngase a leer al menos un buen libro, y aplique lo aprendido y verá los resultados beneficiosos de ello.  Gordon MacDonald dijo algo importante al respecto: «El pensar de un modo cristiano sin una renovación regular de nuestra dedicación a Cristo, conduce a una inercia religiosa, a una fe aburrida y a un ineficaz testimonio para Dios».
No deje que la rutina absorba su pasión por las cosas del Señor, renuévese por medio de la oración y la lectura de buenos libros, incluye la Biblia como libro por excelencia. Pasar un tiempo con DIOS, renovará  su pasión y fortalecerá  su corazón. Usted estará en condiciones de  remontar  cumbres elevadas en su vida espiritual.

viernes, 9 de noviembre de 2018

DIOS, LA ORACIÓN Y NUESTRAS NECESIDADES



Un creyente tenía cuatro hijos, una noche, en el culto familiar, Timoteo, el muchacho menor, dijo:
—Papá, ¿piensas que Jesús se molestaría si le pido una camisa?
—Bueno, no, por supuesto que no. Digámosle a tu mamá que escriba eso en nuestro libro de peticiones.
Así que ella escribió: “Camisa para Timoteo”. Y agregó: “tamaño siete”. El niño Timoteo se encargó que todos los días oraran por la camisa.

Un sábado, después que habían pasado varias semanas, la madre recibió una llamada telefónica de un vendedor de ropa hecha quien a la misma vez era un comerciante cristiano.
—Ya terminé mi venta de liquidación de julio, y como sé que tiene cuatro muchachos, se me ocurrió que podría usar alguna ropa que nos quedó. ¿Podría usar algunas camisas para muchachos?
— ¿De qué tamaño? —preguntó ella.
—Tamaño siete.
—¿Cuántas tiene? —preguntó ella con vacilación.
—Tengo 12 —contestó él.
Muchos hubiéramos recibido las camisas, las hubiéramos guardado en las gavetas, y de paso les hubiéramos dicho algo a los muchachos sobre el particular. Pero estos sabios padres no hicieron así. Esa noche, como se esperaba, Timoteo dijo:
—No olvides, mamá, oremos por mi camisa.
—Ya no tenemos que orar por la camisa, Timoteo —dijo ella.
—¿Por qué?
—El Señor contestó tu oración.
-¿Sí?
—Sí.
Así que, tal como lo habían arreglado, el comerciante se presentó, sacó una camisa y la colocó sobre la mesa. Los ojos del pequeño Timoteo se pusieron tan grandes de asombro. El negociante volvió a salir, y trajo otra camisa; y volvió y volvió y volvió, hasta que amontonó las 12 camisas sobre la mesa.  Timoteo quedó asombrado que Dios haya respondido de una manera cuantiosa su petición (y hasta pensó que Dios estaba metido en el negocio de camisas jajajajajaja.......)[1]

El niño Timoteo aprendió que hay un  Dios que aunque está en el cielo se interesa tanto en sus necesidades que provee camisas para alguien que vive en el planeta Tierra.
El insigne apóstol Pablo quien vivió momentos muy difíciles en su vida ministerial, aprendió a poner su confianza en el Señor; y sin duda, abrazó la oración como el instrumento poderoso para batallar contra el afán y las preocupaciones de la escasez. Con mucha razón escribió diciendo: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Filipenses 4.6). Pablo sabía que Dios era fiel para responder a las oraciones de sus hijos que se toman en el tiempo de llevar sus peticiones en oración delante de Él. Pablo confiaba y nosotros debemos confiar que «[Nuestro] Dios, pues suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4. 19).  
La oración es y será siempre un instrumento poderoso para ver obrar a Dios en medio de nuestras necesidades.


[1] Adaptado de Howard G. Hendricks, Say It With Love (Dígalo con amor), (Wheaton, III.: Victor Books, 1973), 91, 92.

jueves, 8 de noviembre de 2018

¿ES LA ORACIÓN SOLO PARA LOS MOMENTOS DE PÁNICO?



Una noche de 1968 el piloto de un avión de pasajeros con destino a Nueva York se dio cuenta de que el tren de aterrizaje de su jet estaba trabado. Al acercarse cada vez más a su destino, continuaba luchando con los controles tratando de que las ruedas cayeran en su lugar, pero sin éxito. Dando vueltas alrededor del aeropuerto, pidió instrucciones a la torre de control. El personal de tierra, respondiendo a la inminente crisis, roció la pista con espuma y los vehículos de emergencia se colocaron en posición. Le dieron instrucciones al piloto de que aterrizara lo mejor que pudiera.
Les pidieron a los pasajeros que se prepararan para lo peor y se colocaran en posición de descenso. Momentos antes del aterrizaje el piloto anunció por el intercomunicador: «Estamos comenzando nuestro descenso final. De acuerdo con los códigos internacionales de aviación establecidos en Ginebra, es mi obligación informarles que si creen en Dios, deben comenzar a orar». Una ola de oración se levantó  dentro del avión durante ese momento de angustia. Al final el avión hizo un aterrizaje de barriga y milagrosamente se detuvo sin causar daños a los pasajeros.
El momento de crisis experimentado en aquella nave,  puso de manifiesto que las personas tenían reservas ocultas para la oración que posiblemente no hubieran usado sino fuera por el momento de pánico vivido.
Lamentablemente la oración es muchas veces el último recurso que los creyentes tomamos durante los tiempos críticos. El prolífico escritor Charles Swindoll explica esta actitud apática  que tenemos hacia la oración diciendo:
Existe un axioma entre los cristianos que revela mayormente nuestra perspectiva y nuestra práctica sobre la oración: “Cuando todo lo demás falle, pruebe con la oración”. Tenemos el hábito de orar como último recurso cuando la vida se convierte en un caos…Sabemos que Dios interviene. Sabemos que Dios se deleita cuando hacemos una pausa en nuestro trabajo, volvemos nuestros corazones al cielo y decimos: “Señor, toma el control”. Entonces ¿porque oramos solamente cuando nos abruma el pánico o cuando ya no tenemos más recursos que utilizar?[1]
¿Es la oración solo para los momentos de pánico?  No es lo que la Biblia enseña. Pablo exhortando a la iglesia de Tesalónica, les dijo: «Orad sin cesar» (1Tesalonicenses 5.17). La oración es una disciplina que podemos y debemos practicarla continuamente: «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu y velando en ello con toda perseverancia…» (Efesios 6. 18).
Debemos orar  porque uno nunca sabe en qué momento se desata un tiempo de crisis.  Debemos orar pidiendo a Dios que no nos falte la fuerza y la fe porque las crisis son inevitables, aparecen velozmente sin aviso alguno...«las tormentas vienen. Y vienen rápido, traen ferocidad. Si usted ya está en medio de una, sabe de qué estoy hablando. Si no está viviendo una hoy, sabe cómo lo sé yo que para mañana se puede anunciar una.»




[1]  Charles Swindoll, Responde a mi clamor (Brentwood, Tennessee: Worthy Latino, 2014), 2.