Después de haber dedicado una buena
parte de su vida al trabajo misionero, y habiendo llegado el tiempo de su
jubilación; un misionero norteamericano tomando una embarcación, decidió
regresar a su país de origen. Para su sorpresa, en el mismo barco que este
misionero viajaba, también lo hacía el presidente de su país. Habiendo llegado
el barco a su destino, una enorme multitud, una banda militar, una alfombra
roja, pancartas y la atención de los medio de comunicación le dieron la
bienvenida al presidente. Un sentimiento de lástima para consigo mismo invadió
el corazón del misionero al verse que desembarcaba sin notoriedad alguna. Con
cierto resentimiento en su interior comenzó a quejarse contra Dios por tal
situación. De pronto, escuchó la voz de Dios que, con ternura le dijo: « ¿Por qué
te pones triste hijo mío, si tú todavía aún no has llegado a casa?».
Algo similar sucede en la vida cristiana.
Cuando el creyente coloca su mirada en las cosas terrenales, pierde
la perspectiva de las cosas eternas. Concentrar
nuestros ojos en las cosas terrenales, produce una amnesia espiritual que hace que olvidemos lo eterno y
vivimos afanados por lo terrenal. El apóstol Pablo aconsejó a la iglesia de los
corintios a no desviar su mirada de las cosas eternas. Observe las palabras que
escribió: «No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven;
pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» 2 Corintios 4.18 (RV-1960).
¿Ha visto usted a una mujer embrazada?
¿Se ha fijado en la clase de actitud que tiene para con él bebé que lleva
dentro de su vientre? Observe como su comportamiento gira alrededor del bebé.
Su dinero, sus conversaciones, sus comidas, sus intereses y aún sus relaciones
giran alrededor del bebé que no ha visto ni ha tocado. ¿Por qué sucede esto en
una madre que gesta? Porque en comparación con otros asuntos de la vida, su
atención está puesta en aquello que para ella tiene mucho valor, mucho
significado. Aunque ni siquiera haya visto a aquel pequeño ser. El reconocido
pastor Rick Warren escribió: «Cuando vives a la luz de la eternidad, tus
valores cambian...De repente muchas de las actividades, metas e incluso
problemas que parecían muy importantes se tornan triviales, pequeños e
insignificantes, como para que les prestes atención. Cuanto más te acercas a
Dios, más pequeñas se ven las cosas〔de este mundo〕».
Dios llama constantemente nuestra atención
para enfocar nuestra mirada en las cosas eternas. Y lo hace haciéndonos saber,
que este mundo es efímero y fugaz comparado con el hogar eterno que nos ofrece.
«Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que
buscamos la por venir.» (Hebreos 13.14)
«Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre.» (1
Juan 2.17)
«Y los que disfrutan de este mundo, como si no lo
disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa.» (1 Corintios 7.31)
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