miércoles, 28 de noviembre de 2018

TRES EXPERIENCIAS DEL NUEVO NACIMIENTO (Parte I)



En cierta oportunidad un hombre religiosamente muy importante, cuyo nombre era Nicodemo, le preguntó  a Jesús: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3.4 RV60).
¿Quién era Nicodemo? Le dije que era un hombre muy importante religiosamente hablando. No solo era uno de los seis mil fariseos, sino un principal entre ellos. Era uno de los setenta hombres que servía en el gran concilio supremo de justicia de su país. Experto en leyes, en filosofía, en teología; era un doctor en ciencia y divinidades. Nicodemo era un hombre con una mente saturada de religión, pero con un corazón existencialmente vacío. La falta de paz en su corazón lo llevó a buscar aquello que las reglas y regulaciones no podían satisfacer. En el silencio de la noche, Nicodemo buscó a Jesús, pues tiene el presentimiento que el gran Rabí  puede ayudarle en su conflicto.
Nicodemo es consciente que es parte de una religión que habla de Dios, pero no está seguro si eso alcanza para ser parte del reino de Dios. Quizás hace un tiempo atrás pensó que el cumplimiento de las reglas religiosas y el hecho de pertenecer genéticamente al linaje de Abraham, eran suficiente para ser parte del reino celestial de Dios; pero ahora las dudas asaltan su corazón y va tras Jesús por ayuda. Jesús inició su sesión de asesoría diciéndole: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3.3).
Nicodemo no entiende lo que Jesús intenta decirle y naturalmente pregunta:   «… ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» Nicodemo sabe que ningún hombre puede volver al vientre de su madre para nacer nuevamente. Jesús aclara lo que intenta enseñarle y le dice: «…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3.5).
Para Jesús el Nuevo Nacimiento es un asunto de limpieza espiritual. Le estaba intentando decir a Nicodemo (y por implicación también a nosotros) que no importa cuán  religioso seas ni cuantas reglas cumplas, eso no es suficiente para entrar en el cielo. Al reino de Dios solo ingresamos cuando nuestros corazones pecaminosos han sido lavados (purificados).
El Nuevo Nacimiento es un asunto de limpieza interna. Dios nos da un buen baño espiritual antes de pertenecer a su reino. Significa que Dios lava nuestro  interior por medio de la regeneración. El apóstol Pablo lo dijo así: «Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3.5).
REFLEXIONEMOS JUNTOS
A modo de reflexión permítame hacerle la siguiente pregunta: ¿Tiene usted simplemente una religión pura o tiene un corazón purificado? Tristemente mucha gente al igual que Nicodemo, solo posee lo primero, y no lo segundo. Recuerde que no se trata de religión, sino de purificación: «…el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios»


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