Se dice que hace muchos años hubo una
guerra entre los mamíferos y las aves. El murciélago era tan cobarde que cuando
estaba con los mamíferos encogía sus alas y se hacía pasar por ratón. Por otro
lado, cuando estaba con las aves, desplegaba sus alas y se hacía pasar por
pájaro. Hasta que un día lo descubrieron ambos bandos y desde ese día, el
murciélago se vio obligado a salir solo de noche, ya que nunca más tuvo lugar
ni con las aves ni con los mamíferos.
La falta de identidad induce a los
cristianos a mostrar dos rostros diferentes. Usan uno para intentar quedar bien
con Dios y usan el otro para quedar bien con el mundo. Al final, la lealtad
dividida es algo que muestro Señor censura: «…por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apocalipsis
3. 16 RV60).
El profeta Elías vivió durante una época
en que la nación israelita vivía una doble lealtad espiritual. La nación de
Israel no había abandonado de todo a Dios, pero fusionaba su adoración al mezclar
el culto a Jehová con el culto a Baal. Dios usó al valiente y rústico profeta Elías
para confrontar la deplorable espiritualidad de la nación. La nación fue
convocada en el místico monte Carmelo y allí Elías los desafió a quitarse la máscara
espiritual. El profeta confrontó a la nación con las siguientes palabras:
…¿hasta cuándo claudicareis vosotros entre dos
pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él… (1 Reyes 18.21).
Es fácil desafiar a otros cuando se sabe
que la mayoría está a favor de uno. Sin embargo, el rudo y valiente Elías planteó
el desafió teniendo a todo el mundo en contra. En aquella mañana en aquella
colina se encontraba presente toda una
multitud de personas que le había dado la espalda a Dios. Imagínese el valor del
profeta para confrontar solo a un malvado rey,
a 450 profetas y a toda una nación que se había vuelto tras la
idolatría. Elías no estaba dispuesto a seguir
a la mayoría, no estaba dispuesto a ser condescendiente con la opinión y el
comportamiento de los demás. Lo más fácil para Elías al ver que su opinión no
coincidía con la de la mayoría, era al menos callarse la boca. Pero Elías es un
verdadero siervo de Dios y no
claudicaría en sus ideales, estaba dispuesto a marcar la diferencia sin
importar lo que la mayoría opinara o hiciera.
Luego de una sencilla pero poderosa
oración pidiendo que Dios enviara fuego del cielo para el holocausto, la nación
fue testigo de la respuesta divina. El relato bíblico dice:
Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el
holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en
la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios,
Jehová es el Dios! (1 Reyes 18. 8, 39).
Gracias a un leal siervo de Dios como
Elías cuya fe ferviente provocó un milagro, la nación reconoció a Jehová como
el Dios Verdadero. Su fe, su valor, su autenticidad demostrada en aquella
colina de Palestina, inspiró a otros
seguir al Señor.
Dios todavía busca personas como Elías,
¡creyentes auténticos, sin mascaras! Él anda en la búsqueda de hombres y mujeres que
tengan la disposición de no ocultar su amor por Cristo, busca creyentes que tengan un alto compromiso con él y que
tengan el valor de proclamar su fe abiertamente. Dios busca hombres y mujeres
que estén prestos a agradarle a él y no
a quienes sigan la corriente popular
solo para quedar bien con la opinión de la mayoría.
¡Dios lo está buscando a usted para que
hable a otros devota y valientemente de su fe! Dios lo quiere a usted en las colinas de este mundo
proclamando ante otros la buenas nuevas del evangelio, así que hable a otros de
Cristo, hágalo respetuosamente pero sin
titubeos.
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