martes, 8 de enero de 2019

QUÍTESE LA MÁSCARA E IDENTIFÍQUESE



Se dice que hace muchos años hubo una guerra entre los mamíferos y las aves. El murciélago era tan cobarde que cuando estaba con los mamíferos encogía sus alas y se hacía pasar por ratón. Por otro lado, cuando estaba con las aves, desplegaba sus alas y se hacía pasar por pájaro. Hasta que un día lo descubrieron ambos bandos y desde ese día, el murciélago se vio obligado a salir solo de noche, ya que nunca más tuvo lugar ni con las aves ni con los mamíferos.
La falta de identidad induce a los cristianos a mostrar dos rostros diferentes. Usan uno para intentar quedar bien con Dios y usan el otro para quedar bien con el mundo. Al final, la lealtad dividida es algo que muestro Señor censura: «…por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apocalipsis 3. 16 RV60).
El profeta Elías vivió durante una época en que la nación israelita vivía una doble lealtad espiritual. La nación de Israel no había abandonado de todo a Dios, pero fusionaba su adoración al mezclar el culto a Jehová con el culto a Baal. Dios usó al valiente y rústico profeta Elías para confrontar la deplorable espiritualidad de la nación. La nación fue convocada en el místico monte Carmelo y allí Elías los desafió a quitarse la máscara espiritual. El profeta confrontó a la nación  con las siguientes palabras:
…¿hasta cuándo claudicareis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él… (1 Reyes 18.21).
Es fácil desafiar a otros cuando se sabe que la mayoría está a favor de uno. Sin embargo, el rudo y valiente Elías planteó el desafió teniendo a todo el mundo en contra. En aquella mañana en aquella colina  se encontraba presente toda una multitud de personas que le había dado la espalda a Dios. Imagínese el valor del profeta para confrontar solo a un malvado rey,  a 450 profetas y a toda una nación que se había vuelto tras la idolatría. Elías no estaba  dispuesto a seguir a la mayoría, no estaba dispuesto a ser condescendiente con la opinión y el comportamiento de los demás. Lo más fácil para Elías al ver que su opinión no coincidía con la de la mayoría, era al menos callarse la boca. Pero Elías es un verdadero siervo de Dios  y no claudicaría en sus ideales, estaba dispuesto a marcar la diferencia sin importar lo que la mayoría opinara o hiciera. 
Luego de una sencilla pero poderosa oración pidiendo que Dios enviara fuego del cielo para el holocausto, la nación fue testigo de la respuesta divina. El relato bíblico dice:
Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios! (1 Reyes 18. 8, 39).
Gracias a un leal siervo de Dios como Elías cuya fe ferviente provocó un milagro, la nación reconoció a Jehová como el Dios Verdadero. Su fe, su valor, su autenticidad demostrada en aquella colina de Palestina,  inspiró a otros seguir al Señor.
Dios todavía busca personas como Elías, ¡creyentes auténticos, sin mascaras! Él anda en la búsqueda de hombres y mujeres que tengan la disposición de no ocultar su amor por Cristo, busca creyentes  que tengan un alto compromiso con él y que tengan el valor de proclamar su fe abiertamente. Dios busca hombres y mujeres que estén prestos a agradarle a él y  no a quienes  sigan la corriente popular solo para quedar bien con la opinión de la mayoría.
¡Dios lo está buscando a usted para que hable a otros devota y valientemente de su fe! Dios lo quiere a usted en las colinas de este mundo proclamando ante otros la buenas nuevas del evangelio, así que hable a otros de Cristo, hágalo  respetuosamente pero sin titubeos.


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