Los
afanes de la vida suelen despertarnos por las mañanas e impulsar nuestras
acciones hacia aquellas actividades que cubren nuestras necesidades externas.
Vamos de un lugar a otro, cumplimos tareas laborales, atendemos el negocio, hacemos
llamadas, un poco de deporte para mantener la línea, etc. En esa alocada y subyugada carrera cotidiana
de actividades, olvidamos casi siempre alimentar nuestro ser interior el cual desdichadamente
termina enclenque y sin fortaleza para enfrentar las fuertes tensiones de la
vida.
Una
mujer sintiéndose sola fue y compró un loro en una tienda local de mascotas. Se
llevó al loro a casa, pero después de un par de días, regresó a la tienda para
presentar su queja. «¡Ese loro hasta ahora no ha dicho una sola palabra!»
<<¿Tiene
un espejo?» preguntó el dueño de la tienda de mascotas. <<A los loros les
gusta mirarse al espejo». Así que la dama compró un espejo y luego regresó a
casa.
Al
día siguiente, regresó a la tienda porque el loro aún no había dicho nada.
<<¿Qué
tal una escalera?» preguntó el dueño de la tienda. <<A los loros les
encanta subir y bajar las escaleras». Así que compró una escalera y regresó a
casa.
Al
día siguiente regresó a la tienda. El loro aún no había dicho nada.
<<¿Tiene
el loro un columpio?» preguntó el dueño. <<A los loros les encanta
relajarse en el columpio». Compró un columpio y regresó a casa.
Al
día siguiente regresó a la tienda para decirle al dueño de la tienda de
mascotas que el loro se había muerto.
«Lamento
muchísimo oír eso», dijo el dueño de la tienda. <<¿Dijo el loro algo
antes de morir?»
«SÍ»,
contestó la dama. «Dijo: '¿No venden comida por allí?'»
La
lección de la historia: Nosotros compramos espejos para que nos veamos bien,
escaleras para tratar de escalar más alto, y columpios para buscar placer, pero
nos descuidamos de nuestras propias almas.[1]
Cuando
desatendemos la crucial tarea de alimentar nuestros corazones, viejos y malos
hábitos comienzan a cobrar poder. Intereses mundanales que estaban dormitados
comienzan a revivir y tarde o temprano sin darnos cuenta, nuestra vida espiritual
termina convertida en un páramo deslucido carente de vida y de pasión por las
cosas de Dios.
Jesús enfatizó
que la vida de las personas incluye el alimento espiritual de la Palabra de
Dios. Él dijo: «No solo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios» Mateo 4.4. En otra oportunidad también señaló que: «…el afán y las
riquezas de este siglo ahogan la palabra, y se hace infructuosa» Mateo 13.22.
Solo
hay un alimento que fortifica el alma, y es la Palabra de Dios. Cualquier cosa
que usemos para reemplazar este alimento, solo descalcificará y hará menguar nuestro
espíritu.
Por
favor, haga el compromiso de no terminar
el día, sin haber alimentado su alma con
la palabra de Dios. Haga este compromiso todos los días y luego vea los resultados.
[1] Historia de Ernest Campbell en
el libro de John C. Maxwell, Lo que marca
la diferencia (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2007), 28,29.
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