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viernes, 14 de septiembre de 2018

SALMOS 23: SU CUIDADO PROVEE PROTECCIÓN CONTINUA



Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.
Salmos 23. 5,6.

Los dos últimos versos de este salmo presentan aparentemente un escenario diferente. Del valle oscuro, David parece pasar a un escenario de banquete.   Para algunos comentaristas bíblicos, en estos dos últimos versos, David cambia la imagen del pastor por la de un rey anfitrión. Para entender la idea bíblica de este verso, resulta ideal considerar la importancia de la hospitalidad en una cultura nómade. Un comentarista católico, al respecto dijo: 
…Fuera de la rueda de tiendas se extiende el desierto o la estepa devoradora de hombres. Expulsar del círculo de tiendas puede equivaler a una condena a muerte; a no ser que otro clan reciba al fugitivo en su recinto. En tal caso, la hospitalidad se llama asilo.
Contemplemos en el salmo uno de esos fugitivos, perseguido por sus enemigos, que se acoge al derecho de hospitalidad. El jeque lo acoge en su tienda, le ofrece de comer y beber, le unge la cabeza con aromas. Los enemigos se detienen a la puerta de la tienda: al ver al fugitivo comiendo, es decir, disfrutando de la hospitalidad, comprenden que está bajo la protección del otro. Cualquier agresión sería atentar contra los derechos sagrados de la hospitalidad, sería una ofensa al anfitrión que lo ha recibido. Los enemigos se retiran. Cuando el fugitivo ha comido y bebido, el jeque le ofrece una escolta de dos hombres que lo acompañen hasta su destino.[1]

Cualquiera que fuera la metáfora o imagen aquí, la intención del salmista es mostrar que Dios es su divino protector ante el acecho de sus angustiadores  
La palabra angustiadores, que se traduce en otras versiones como enemigos. transmite la idea de un adversario que causa aflicción, angustia. Alguien que pone en aprietos hasta causar dolor.  David, el compositor deste salmo, tuvo muchos enemigos que acecharon su vida.  Especialmente uno llamado Saúl, quien lo persiguió implacablemente por toda la nación hasta empujarlo a esconderse en una fosca cueva de Adulam.  En el salmo 57 David compone un cántico que describe el acecho malvado de sus enemigos.  Lo compuso cuando huía de Saúl y sus sicarios. Entre los versos de este salmo se lee:
Mi vida está entre leones, estoy  echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; son dientes son lanzas y saetas, y su lengua espada aguda… Red han armado a mis pasos; se ha abatido mi alma; hoyo han cavado delante de mí… Salmos 57. 4,6.

David sabía lo que era estar bajo el atormentado aprieto de peligrosos y malvados enemigos, pero también sabía que  Dios podía proteger su vida del acecho de ellos.
Usted como David también tiene sus propios enemigos. Algunos de ellos provienen de la familia misma. Otros surgen en el vecindario, en la escuela o en el trabajo. Nadie que arroje su sombra sobre este mundo está excepto de lidiar con ciertos enemigos. Enemigos que harán hasta lo imposible para ponerle en  dolorosos aprietos. le arrebatarán la serenidad del corazón.
Pero no solo tenemos enemigos humanos que traman maldad sobre nosotros, tenemos también un enemigo espiritual y destructor. El apóstol Pedro nos advirtió sobre él cuando dijo:   «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar». (1 Pedro 5.8).   «… El diablo es un merodeador… viene con sigilo, y obra en secreto. Sus planes son tenebrosos. Jamás llama la atención a su acercamiento o a su ataque…es como un león rugiente. Es una bestia aullando y gruñendo…».[2] Satanás acecha nuestras vidas de una manera sutil y constante. Su objetivo: destruir (especialmente a los hijos de Dios). La realidad de este adversario espiritual nos da una razón poderosa para entregar el cuidado de nuestras vidas al divino Pastor.
Así como las ovejas se sentían seguras de sus enemigos al permanecer cerca del pastor,  así  también nosotros, solo podemos vivir seguros  mientras más cerca estamos del Divino Pastor. Mientas más cerca del Señor estemos, más distante y fuera del alcance de Satanás nos encontraremos. ¿Qué tan cerca está usted del divino Pastor? ¿Cómo está su relación con el Señor? El Gran Pastor desea brindarle su cuidado amoroso pues “…pueblo suyo somos y ovejas de su prado” (Salmos 100.3).


[1] Luis Alonso Schokel, Cecilia Carniti, Salmos I,  (Navarra: Editorial Verbo Divino, 1992),
364.
[2] Charles Swindoll, El poder de la esperanza (Nashville, TN: editorial Betania, 1977), 274.

jueves, 13 de septiembre de 2018

SALMOS 23: SU CUIDADO PROVEE LEAL COMPAÑERISMO



Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmos 23.4

A principios de cada año en la antigua Palestina, las ovejas eran pasteadas en las partes bajas de las montañas. Sin embargo,  llegado el tiempo del ardiente  calor, la nieve de las montañas altas comenzaba a derretirse y los pastores dirigían sus ovejas hacia los lugares altos. Aquella  travesía  inevitablemente incluía  quebradas rodeadas de peñascos precipitosos y densos bosques que  bloqueaban la luz del sol. Tales circunstancias propiciaban  un ambiente lúgubre que posiblemente  infundía miedo a cualquier  caminante. Esta clase de lugar en muchas ocasiones servía de guarida para los lobos hambrientos y serpientes venenosas. Ante tal macabro escenario, la seguridad de las ovejas solo dependía del cuidado fiel del pastor.
 El verso cuatro del salmo 23 nos revela a un Dios, que aunque está en el cielo también está en el vecindario y participa del dolor de sus hijos.  David usó la metáfora del pastor para comunicarnos que Dios no abandona a sus hijos cuando ellos experimentan tiempos de dolor. No los deja que atraviesen solos el valle tenebroso de las crisis, sino que los acompaña. Hubo una época en la vida de David en que las circunstancias fueron muy angustiosas y dolorosas. Durante diez años vivió huyendo y refugiándose en las cuevas del desierto palestino. Sumergido en alguna oscura cueva y en medio de noches aciagas entre el viento frio y las fieras salvajes del desierto, David experimentó la compañía leal de Dios en medio del valle oscuro de la soledad. Nadie estaba con él.  Ningún amigo, ningún familiar, ninguno de los que aclamaron su nombre cuando venció al gigante; nadie acompañó a David en esa época sombría de su vida, nadie excepto Dios. David sabe cómo usted que es sentir la soledad en los valles oscuros de la vida, usted ha sentido la soledad como David.
 Una de las más dolorosas de las soledades es aquella que se da al estar rodeado de personas que nunca se interesan por uno.
La soledad no proviene de estar solo; proviene de sentirse solo… Sentir como si usted estuviera enfrentando la muerte solo, enfrentando la enfermedad solo, enfrentando el futuro solo…. Sea que ocurra en su cama durante la noche o mientras se dirige al hospital, en el silencio de una casa vacía o en medio de un bar muy concurrido, la soledad se presenta cuando uno piensa: Me siento tan solo [¿A alguien le importa mi vida?][1]
¡Qué terrible es la vida cuando se torna dolorosa! Y mucho más terrible y dolorosa, cuando la gente ignora nuestro dolor. Pero no tiene por qué ser así, no si  tenemos la promesa de Aquel que aunque está en el cielo, está también entre nosotros y nos ofrece participar de nuestro dolor. Tarde o temprano subiremos una ambulancia, pero no solos, él Señor  subirá también con nosotros. Él estará con nosotros cuando atravesemos cualquier valle tenebroso de la vida.  Y mientras dure la travesía, por favor, recordemos y pronunciemos  las palabras de David: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento».






[1] Max Lucado, Aligere su equipaje (Nashville, TN-Miami: Grupo Nelson, 2001), 127,128.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

SALMOS 23: SU CUIDADO PROVEE RESTAURACIÓN



Confortará mi alma…Salmos 23.3a

De vez en cuando una oveja del rebaño se sentía atraída por otros pastos y terminaba distanciándose del rebaño. Sin un rumbo fijo aquella oveja se encaminaba y a veces la seguían algunas otras. Cuando la noche caía con su tenebrosa oscuridad, los lobos hambrientos comenzaban a ir en busca de su presa. Ahora el pastor cuenta sus ovejas y las llama por su nombre. Se da cuenta que falta una de ellas y decide ir a buscarla. Va una y otra vez buscándola hasta encontrarla. Con frecuencia la encuentra incrustada en medio de los cactus espinosos, la rescata y luego la  acerca a su cuerpo y abruptamente le rompe una pierna. Luego la entablilla y la lleva sobre sus hombros. Se espera que durante este periodo de restauración, la oveja deje de extraviarse y dependa completamente de su pastor. 
La palabra confortar que encontramos en la prosa poética de este salmo tiene que ver con restauración. Charles Swindoll explica:
El término se basa ligeramente en la idea del arrepentimiento, de volver atrás, solo que en este caso, esto no lo hace la oveja sino el pastor. Cuando él se da cuenta de que una de sus ovejas se ha perdido, el pastor decide restaurarla o regresarla al rebaño, llamándola por nombre y esperando escucharla en el desierto. La oveja extraviada es restaurada a la comunión que tenía...[1]
Cuando  David compuso este precioso  salmo era un hombre anciano. Había vivido muchas experiencias de aciertos y desaciertos. David (la oveja del salmo) tuvo un desacierto descomunal, se descarrió del camino correcto y fue  tras las seductoras praderas del adulterio y terminó  hundido entre los espinosos cactus de la culpabilidad y la vergüenza.  No solo se acostó con Betsabé, sino que además ordenó matar al legítimo marido. Todas estas espantosas equivocaciones arrojaron a David a vivir una temporada de  horrible opresión. Vivía con una conciencia que le aterraba las veinticuatro horas del día…
Era una opresión horrible, un tormento de conciencia. Día y noche sentía la pesada mano de Dios… Sus noches eran de insomnio. Podía ver su pecado escrito en el techo de su habitación mientras daba vueltas en la cama. Lo veía escrito  en las paredes. Lo veía en el plato cuando trataba de tomar algo de comida. Lo veía en los rostros de sus consejeros. Era un esposo desagraciado, un padre irritable, un pésimo líder, un compositor estéril...[2]
Supurando dolor por sus pecado, David necesitaba ser confrontado y confortado.  Ambas cosas llegaron para David luego de doce meses de su pecado. El Señor, el Amoroso Pastor, salió a buscar a la descarriada oveja e intervino por medio de Natán para restaurar al abatido David. Natán hizo el trabajo de la manera más apropiada. Primero escogió sabiamente sus palabras y le contó una parábola,  tan pronto como Natán terminó de relatar la parábola, David estalló  en ira y dijo:
…Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia. (Samuel 12.5-6)
Luego Natán sabiendo que había llegado el momento correcto, lo confrontó  diciéndole: «…Tú eres aquel hombre…» (v.7). La confrontación continuó por parte de Natán, quien  hablando en nombre de Dios le señaló las consecuencias de su pecado. Luego de la confrontación, David confiesa su pecado y recibe el perdón de Dios. «Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás». (v. 13).  Con estas últimas palabras el descarriado David fue restaurado por Dios.
¿Qué pastizales atractivos de la vida  le han desviado a usted del cuidado de su Creador?  ¿Se encuentra lastimado entre los cactus espinosos de la vida a raíz de malas decisiones o pecados cometidos? El salmo 23 fue compuesto con la intención de demostrarnos que  para Dios no hay ningún hombre demasiado descarriado que Él no desee restaurar. El Señor está dispuesto a descender hasta el más frondoso despeñadero  que hayamos caído en la vida y aliviar con su divina gracia  nuestras culpas. Nuestras vergüenzas. Nuestros pecados. Solo tenemos que dejarnos tomar de sus manos y permitir que nos restaure como lo hizo con David, y como lo ha hecho con todos los descarriados de este mundo que aceptaron ser confortados por el Divino y Amoroso Pastor.  




[1] Charles Swindoll, viviendo los salmos (Alabama, El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 2013),  83.
[2] Charles Swindoll, David: un hombre de pasión y destino (El Paso Texas, EE.UU.: Editorial Mundo Hispano, 2010), 218,219.


martes, 11 de septiembre de 2018

SALMOS 23: SU CUIDADO PROVEE DIRECCIÓN


“Junto a aguas de reposo me pastoreará (v.2b)”.
“…Me guiará por sendas de justicia... (3b).”
Salmos 23.2b, 3b

El deseo ávido y la sed por encontrar la tan anhelada paz para nuestras vidas, nos ha llevado a ir en distintas direcciones. Lo más frustrante de dicha búsqueda es que en lugar de paz solo hemos encontrado decepción. Hemos intentado buscar paz en los pastizales de la educación, en las aguas de la religión, de la vida progresista, de la diversión, de los negocios. Otros han ido más lejos. Han intentado hallar sentido y descanso para el alma en las turbulentas aguas del sexo, las drogas, el alcohol…La autosuficiencia nos ha llevado a pensar que no necesitamos de nadie (y menos de Dios) para construir nuestra propia felicidad.
Autodenominarnos arquitectos de nuestro propio destino, únicamente ha producido un oscuro caos existencial. La idea de Dios no fue que viviéramos independiente de él, sino que dependiéramos de su amoroso cuidado.     En su metáfora pastoril, David nos recuerda dicha verdad: “Junto a aguas de reposo me pastoreará (v.2b)”. Y más adelante añadió: “…Me guiará por sendas de justicia... (3b).”
Las ovejas son ingenuas y necesitan alguien que las dirija. Alguien que las conduzca y las lleve por buen camino. Los leones son feroces. Los lobos también lo son. Los zorros son astutos y no necesitan de un pastor; pero… ¿las ovejas? Ellas son tontas pueden terminar perdiéndose de camino; por lo tanto, necesitan de un pastor.  Charles Swindoll, comenta:
Un pastor palestino era un experto en reconocer huellas. Los terrenos ásperos del desierto presentaban muchas huellas y senderos. Algunas de ellas eran de  animales salvajes; otras eran de ladrones que estaban escondidos. El viento también dejaba su huella en la arena. Para una oveja, todos los senderos eran iguales [y con facilidad podían perderse de camino][1] 
Que importante era para las ovejas el cuidado del pastor. Y que importante también para nosotros el cuidado de Dios en nuestra vida para darle dirección.
Sin embargo, nos cuesta aceptar su dirección. Nos creemos listos y fuertes,  presumiendo que no necesitamos la ayuda de alguien. Tal actitud tiene un nombre: AUTOSUFICIENCIA. La autosuficiencia nos hace vivir la vida  a nuestra manera y no a la manera de Dios. Nos impulsa a discutir en vez de pedir perdón. A hablar en lugar de escuchar. A ser impulsivos en vez de pacientes. A tomar el timón de nuestras vidas   en vez de dejárselo a Dios. Los autosuficientes en lugar de buscar depender de Dios, intentan vérselas por sí mismos. Tarde o temprano esta petulante actitud nos lleva a vivir descarriados en los senderos de la vida.  Por ello encajamos exactamente con las palabras del profeta  Isaías cuando dijo: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino…” (Isaías 53.6). La autosuficiencia conduce al desviamiento, a vivir errantes por la vida; lejos del cuidado del divino Pastor.
Recuerde que las ovejas no están capacitadas para andar solas, fácilmente se pierden porque para ellas todos los caminos son iguale. Lo mismo pasa con nosotros: «Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.» (Proverbios 14.12). Una evidencia que demuestra que necesitamos el cuidado de Dios  inherente a ello su dirección, son nuestras malas decisiones. La vida es muy dura y la complicamos aún más con nuestras malas decisiones. Decisiones que nos han conducido a vivir perdidos, confusos, lastimados, resentidos, sin horizonte, sin destino; sobre todo sin Dios  (sin el cuidado de nuestro Amoroso Pastor).


[1] Charles Swindoll, Viviendo los salmos (Alabama, El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 2013), 84.

lunes, 10 de septiembre de 2018

SALMOS 23: SU CUIDADO PROVEE DESCANSO



Jehová es mi pastor; nada me faltará.
 En lugares de delicados pastos me hará descansar junto a aguas de reposo me pastoreará. Salmos 23.1, 2 (RV60).

Cuando David dijo: «Jehová es mi pastor…», dio por afirmado que el Señor es nuestro pastor y por lo consiguiente nosotros somos sus ovejas. Otro salmo confirma la misma idea: «…Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado». Salmos 100.3.
Una de las responsabilidades que tenía un pastor de ovejas de la antigua Palestina,   era buscar un lugar sereno para que sus ovejas puedan descansar. Los “…delicados pastos” mencionado aquí, no se refieren al alimento; sino a un lugar fresco, un lugar apropiado con verdes praderas para el descanso de sus ovejas.
Las ovejas al igual que muchos animales tienen períodos de descanso durante el día, y tanto la temperatura como la humedad del lugar son factores importantes para dicho descanso. Se dice que “en condiciones muy calorosas  las ovejas que no pueden estar a la sombra se quedan de pie en grupos apretados en vez de tenderse. Cuando las condiciones son apropiadas…las ovejas descansan tendidas tanto durante el día como por la noche…”[1] (Envidio a las ovejas ¿usted no?). Para que las ovejas duerman las condiciones de la paradera  deben ser  perfectas. El lugar deber estar libre de depredadores, no debe haber tensión en el rebaño, ni tampoco demasiado  calor. El problema es que por sí mismas las ovejas no pueden encontrar esta clase de lugar; necesitan  la ayuda del pastor. Algo similar sucede con nosotros.
La vida tiene muchas formas de dejarnos con el alma exhausta. Exhausta por un matrimonio que no funciona, por deudas impagables,  por un abandono paternal o conyugal. Exhausta  por un esposo alcohólico, por un hijo que ha caído en drogas, por las frecuentes comparaciones que hacen los demás. Exhausta por un acto de traición, por una custodia de los hijos, por un rechazo, por falta de oportunidades o por falta de amor. Cualquier circunstancia que drena nuestras  fuerzas dejándonos el alma extenuada, nos impulsa ir tras alguna verde pradera en busca de descanso. Y lo hacemos.  Intentamos de una y otra forma hallar un poco de descanso consumiendo desde entretenimiento, diversión,  sexo, drogas, medicamentos; pero cuando esto se acaba volvemos  a estar exhaustos. Praderas superficiales solo brindan descanso ligero.
Necesitamos algo más que calmantes y estupefacientes para aliviar la fatiga del alma. Necesitamos el descanso del divino pastor. Su voz se escucha entra las colinas de la vida, diciéndonos:   «…Yo soy el Buen Pastor…” “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar».  (Juan 10.11a; Mateo 11.28).
Su presencia ofrece la clase de descanso que las posesiones, los estupefacientes, los narcóticos  y las diversiones nocturnas no nos pueden otorgar.  La verdadera paz la experimentamos cuando aprendamos a vivir con gozo bajo la provisión y el cuidado del Divino Pastor.  



[1] Universidad de Oviedo, Psicología ambiental, etología, (Oviedo: Servicio de Publicaciones, 1989), 154.