“Junto a aguas de reposo me pastoreará (v.2b)”.
“…Me guiará por sendas de justicia... (3b).”
Salmos 23.2b, 3b
El deseo ávido y la sed por encontrar la
tan anhelada paz para nuestras vidas, nos ha llevado a ir en distintas direcciones.
Lo más frustrante de dicha búsqueda es que en lugar de paz solo hemos encontrado
decepción. Hemos intentado buscar paz en los pastizales de la educación, en las
aguas de la religión, de la vida progresista, de la diversión, de los negocios.
Otros han ido más lejos. Han intentado hallar sentido y descanso para el alma en
las turbulentas aguas del sexo, las drogas, el alcohol…La autosuficiencia nos
ha llevado a pensar que no necesitamos de nadie (y menos de Dios) para construir
nuestra propia felicidad.
Autodenominarnos arquitectos de nuestro
propio destino, únicamente ha producido un oscuro caos existencial. La idea de
Dios no fue que viviéramos independiente de él, sino que dependiéramos de su
amoroso cuidado. En su metáfora pastoril, David nos recuerda
dicha verdad: “Junto a aguas de reposo me
pastoreará (v.2b)”. Y más adelante añadió: “…Me guiará por sendas de justicia... (3b).”
Las ovejas son ingenuas y necesitan
alguien que las dirija. Alguien que las conduzca y las lleve por buen camino.
Los leones son feroces. Los lobos también lo son. Los zorros son astutos y no
necesitan de un pastor; pero… ¿las ovejas? Ellas son tontas pueden terminar
perdiéndose de camino; por lo tanto, necesitan de un pastor. Charles Swindoll, comenta:
Un pastor palestino era un experto en reconocer
huellas. Los terrenos ásperos del desierto presentaban muchas huellas y
senderos. Algunas de ellas eran de animales
salvajes; otras eran de ladrones que estaban escondidos. El viento también
dejaba su huella en la arena. Para una oveja, todos los senderos eran iguales [y
con facilidad podían perderse de camino]…[1]
Que importante era para las ovejas el
cuidado del pastor. Y que importante también para nosotros el cuidado de Dios
en nuestra vida para darle dirección.
Sin embargo, nos cuesta aceptar su
dirección. Nos creemos listos y fuertes,
presumiendo que no necesitamos la ayuda de alguien. Tal actitud tiene un
nombre: AUTOSUFICIENCIA. La
autosuficiencia nos hace vivir la vida a
nuestra manera y no a la manera de Dios. Nos impulsa a discutir en vez de pedir
perdón. A hablar en lugar de escuchar. A ser impulsivos en vez de pacientes. A
tomar el timón de nuestras vidas en vez
de dejárselo a Dios. Los autosuficientes en lugar de buscar depender de Dios,
intentan vérselas por sí mismos. Tarde o temprano esta petulante actitud nos lleva
a vivir descarriados en los senderos de la vida. Por ello encajamos
exactamente con las palabras del profeta
Isaías cuando dijo: “Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino…” (Isaías 53.6). La autosuficiencia
conduce al desviamiento, a vivir errantes por la vida; lejos del cuidado del
divino Pastor.
Recuerde que las ovejas no están
capacitadas para andar solas, fácilmente se pierden porque para ellas todos los
caminos son iguale. Lo mismo pasa con nosotros: «Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de
muerte.» (Proverbios 14.12). Una
evidencia que demuestra que necesitamos el cuidado de Dios inherente a ello su dirección, son nuestras
malas decisiones. La vida es muy dura y la complicamos aún más con nuestras
malas decisiones. Decisiones que nos han conducido a vivir perdidos, confusos,
lastimados, resentidos, sin horizonte, sin destino; sobre todo sin Dios (sin el cuidado de nuestro Amoroso Pastor).
[1] Charles Swindoll, Viviendo los salmos (Alabama, El Paso,
Texas: Editorial Mundo Hispano, 2013), 84.
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