miércoles, 5 de septiembre de 2018

PROBADOS EN EL DESIERTO


Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.
Deuteronomio 8.2 (LBA)


En la Biblia, el desierto es equivalente a “pruebas”. También es sinónimo de disciplina, de proceso. En el desierto fue probada la nación de Israel por cuarenta años. Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto, y por el lapso de cuarenta días fue allí probado.
Uno de los personajes bíblicos que fue probado en el desierto fue Moisés. Este gran caudillo del Antiguo Testamento aprendió en el desierto la sabiduría que no alcanzo obtener en las grandes escuelas de Egipto. Fue en la ardiente y molesta arena del desierto donde Dios fundió las asperezas de su carácter para luego quedar como oro refinado y quedó a punto para ser usado por la poderosa mano de Dios.
¿Por qué Dios nos dirige a través de duros procesos espirituales  llamado desiertos o pruebas? De la vida de Moisés podemos apoyarnos para hallar una respuesta a esta interrogante.
En la universidad divina del desierto al igual que Moisés, Dios tiene el propósito de humillarnos y de probarnos. Es por medio de los desiertos soleados y ásperos de nuestra existencia que Dios trata con nuestro interior. Él usa la prueba del desierto para que la verdadera condición de nuestro corazón pueda quedar descubierta. La universidad del desierto no solo nos permite conocer “quien es Dios”, sino “quienes somos nosotros”. Como dijo Charles Swindoll:
No hay nada como el desierto para ayudarnos a descubrir quiénes somos en realidad. Cuando usted se despoja de todos los adornos, se quita las máscaras y se desprende de todos los disfraces falsos, comienza a ver una identidad, una faz que no ha surgido durante años. Quizá nunca.
¡Demos la bienvenida al desierto! Es la escuela que Dios usa para formar a sus siervos. No nos aflijamos desconsoladamente cuando Dios nos meta al desierto de las pruebas, tampoco pensemos que Dios nos introduce al desierto para abandonarnos y destruirnos. ¡No! Dios nunca nos hace pasar por los altos hornos del desierto para destruirnos. Lo hace para quemar la escoria de nuestro interior. Los ardientes hornos del desierto solo queman la escoria, pero el oro del alma se vuelve más puro.





2 comentarios:

  1. Grande y bendita reflexión que Dios te bendiga varón de Dios

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  2. Es la escuela de Dios. En el decierto conocemos a Dios

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