Aderezas mesa
delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite mi
copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia todos los días de mi
vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.
Salmos
23. 5,6.
Los
dos últimos versos de este salmo presentan aparentemente un escenario
diferente. Del valle oscuro, David parece pasar a un escenario de banquete. Para algunos comentaristas bíblicos, en estos
dos últimos versos, David cambia la imagen del pastor por la de un rey anfitrión.
Para entender la idea bíblica de este verso, resulta ideal considerar la
importancia de la hospitalidad en una cultura nómade. Un comentarista católico,
al respecto dijo:
…Fuera
de la rueda de tiendas se extiende el desierto o la estepa devoradora de
hombres. Expulsar del círculo de tiendas puede equivaler a una condena a
muerte; a no ser que otro clan reciba al fugitivo en su recinto. En tal caso,
la hospitalidad se llama asilo.
Contemplemos
en el salmo uno de esos fugitivos, perseguido por sus enemigos, que se acoge al
derecho de hospitalidad. El jeque lo acoge en su tienda, le ofrece de comer y
beber, le unge la cabeza con aromas. Los enemigos se detienen a la puerta de la
tienda: al ver al fugitivo comiendo, es decir, disfrutando de la hospitalidad,
comprenden que está bajo la protección del otro. Cualquier agresión sería
atentar contra los derechos sagrados de la hospitalidad, sería una ofensa al
anfitrión que lo ha recibido. Los enemigos se retiran. Cuando el fugitivo ha
comido y bebido, el jeque le ofrece una escolta de dos hombres que lo acompañen
hasta su destino.[1]
Cualquiera
que fuera la metáfora o imagen aquí, la intención del salmista es mostrar que
Dios es su divino protector ante el acecho de sus angustiadores
La
palabra angustiadores, que se traduce en otras versiones como enemigos. transmite la idea de un adversario que causa
aflicción, angustia. Alguien que pone en aprietos hasta causar dolor. David, el compositor de este salmo, tuvo muchos enemigos que acecharon su
vida. Especialmente uno llamado Saúl,
quien lo persiguió implacablemente por toda la nación hasta empujarlo a
esconderse en una fosca cueva de Adulam.
En el salmo 57 David compone un cántico que describe el acecho malvado
de sus enemigos. Lo compuso cuando huía
de Saúl y sus sicarios. Entre los versos de este salmo se lee:
Mi
vida está entre leones, estoy echado
entre hijos de hombres que vomitan llamas; son dientes son lanzas y saetas, y
su lengua espada aguda… Red han armado a mis pasos; se ha abatido mi alma; hoyo
han cavado delante de mí… Salmos 57.
4,6.
David
sabía lo que era estar bajo el atormentado aprieto de peligrosos y malvados
enemigos, pero también sabía que Dios
podía proteger su vida del acecho de ellos.
Usted
como David también tiene sus propios enemigos. Algunos de ellos provienen de la
familia misma. Otros surgen en el vecindario, en la escuela o en el trabajo.
Nadie que arroje su sombra sobre este mundo está excepto de lidiar con ciertos
enemigos. Enemigos que harán hasta lo imposible para ponerle en dolorosos aprietos. le arrebatarán la
serenidad del corazón.
Pero
no solo tenemos enemigos humanos que traman maldad sobre nosotros, tenemos
también un enemigo espiritual y destructor. El apóstol Pedro nos advirtió sobre
él cuando dijo: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar». (1 Pedro 5.8). «… El diablo
es un merodeador… viene con sigilo, y obra en secreto. Sus planes son
tenebrosos. Jamás llama la atención a su acercamiento o a su ataque…es como un león rugiente. Es una bestia aullando y
gruñendo…».[2]
Satanás acecha nuestras vidas de una manera sutil y constante. Su objetivo:
destruir (especialmente a los hijos de Dios). La realidad de este adversario
espiritual nos da una razón poderosa para entregar el cuidado de nuestras vidas
al divino Pastor.
Así
como las ovejas se sentían seguras de sus enemigos al permanecer cerca del
pastor, así también nosotros, solo podemos vivir seguros mientras más cerca estamos del Divino Pastor.
Mientas más cerca del Señor estemos, más distante y fuera del alcance de
Satanás nos encontraremos. ¿Qué tan cerca está usted del divino Pastor? ¿Cómo
está su relación con el Señor? El Gran Pastor desea brindarle su cuidado
amoroso pues “…pueblo suyo somos y ovejas de su prado” (Salmos 100.3).
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