«Ten
cuidado de ti mismo…» 1 Timoteo 4.16.
Se dice que cuando Aquiles nació, su
madre intentó hacerlo inmortal sumergiéndolo en las mágicas aguas del río
Estigia. La mujer tomó al niño y lo sumergió sosteniéndolo por el talón derecho, por lo que ese preciso
punto de su cuerpo quedó vulnerable; siendo la única zona en la que Aquiles
podía ser herido en batalla. Durante el asedio de Troya, batalla final de la
guerra librada entre griegos y troyanos, Paris mató a Aquiles clavándole una
flecha envenenada en el talón. De allí que la expresión «talón de Aquiles» se
utiliza con frecuencia para explicar el punto vulnerable que toda persona
posee.
Ningún ser humano que arroje su sombra
sobre este mundo está exento de una o más debilidades. Todos tenemos un talón
de Aquiles, puntos vulnerables de nuestra persona, los cuales pueden arruinar nuestra existencia
si no les prestamos la debida atención.
Hemos dicho anteriormente que para vivir
una vida al máximo debemos cuidar nuestra mente de pensamientos negativos y debemos
cuidar nuestra actitud. La tercera recomendación, implica poner atención a nuestras
debilidades y tomar las defensas convenientes para evitar futuros lamentos o desagracias.
Uno de los personajes bíblicos que desatendió sus puntos vulnerables y llenó de
oscuridad su vida, fue Sansón.
Sansón «era un hombre fuerte con una
gran debilidad»[1] Tenía las circunstancias
favorables para hacer de su vida una obra magistral. Nació en un hogar devoto.
Dios lo dotó de una fuerza
extraordinaria y había sido designado divinamente para salvar a su pueblo de
sus enemigos. Además de ello, el Espíritu de Dios estaba sobre este hombre. Tenía
todas las de ganar. Las circunstancias le asistían para vivir una vida al
máximo. Sin embargo, cuando leemos el relato
bíblico de su vida, observamos que su
historia es un espiral descendente, va de mal en peor. Su primera mención en el
panorama bíblico siendo ya un hombre, nos revela un punto vulnerable en su
carácter. Era dueño de una insidiosa lujuria, la misma que descuidó y le causó el
fatal ocaso de su vida. Los impulsos
apasionados de su lujuria llevaron al fornido hombre israelita a fijarse solo en
la apariencia física de cada mujer que conocía. Nunca consideró el carácter de
las mujeres que tomó. Al parecer solo quería alimentar sus libidinosos apetitos
sexuales, sin considerar la clase de mujer que estas eran.
Cuando Sansón conoció a Dalila, «…finalmente
encontró la horna de su zapato. El engañador fue engañado; el seductor, seducido…Ella
se aprovechó de él, y lo sedujo para que le dijera todo lo que tenía en su
corazón (Jueces 16.18)…»[2] Cuando
Sansón reveló su secreto, sus enemigos cayeron encima de él y le sacaron los OJOS;
aquellas puertas externas de su punto vulnerable, de su talón de Aquiles. La lujuria llevó a Sansón a coquetear reiteradamente
con el desastre, hasta quedar atrapado y devastado
Como le dije anteriormente: Ningún ser
humano que arroje su sombra sobre este mundo está exento de una o más
debilidades. Todos luchamos con uno o dos pecados del corazón los cuales son
distintivos de nuestra naturaleza caída¸ y
aunque teóricamente somos vulnerables a todos los pecados; generalmente, existe
uno o dos pecados del corazón que constantemente nos asedian y nos vuelven vulnerables.
Para Sansón fue la lujuria ¿Cuáles son
los suyos? ¿Los ha identificado? ¿Qué hace
con sus puntos vulnerables? Permítame darle dos recomendaciones útiles y prácticas
con respecto a ello:
1.
Identifíquelos y
protéjalos supervisándolos y colocando sobre ellos límites.
2.
Ore pidiéndole a
Dios que proteja aquellos puntos vulnerables de su carácter.
Quizás en este instante usted reconoce que
sus debilidades le están arrastrando hacia el ocaso. Por qué no hace una oración
ahora. Ore conmigo: «Oh Dios, reconozco
que soy tan débil y que estoy cerca del precipicio. Dame la fortaleza que necesito
ahora mismo para hacer un alto a esta caótica situación. Ayúdame a tomar altura
quiero vivir una vida al máximo...Vivir una vida que glorifique tu nombre. Amén».
[1] Charles Swindoll, Como vivir sobre el nivel de la
mediocridad (Miami, Florida: Editorial Vida), 289.
[2] John maxwell, Los 21 minutos más poderoso en el día de un
líder (Nashville, TN: editorial Caribe, 2001), 104.
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