Confortará mi
alma…Salmos 23.3a
De
vez en cuando una oveja del rebaño se sentía atraída por otros pastos y
terminaba distanciándose del rebaño. Sin un rumbo fijo aquella oveja se
encaminaba y a veces la seguían algunas otras. Cuando la noche caía con su
tenebrosa oscuridad, los lobos hambrientos comenzaban a ir en busca de su
presa. Ahora el pastor cuenta sus ovejas y las llama por su nombre. Se da
cuenta que falta una de ellas y decide ir a buscarla. Va una y otra vez
buscándola hasta encontrarla. Con frecuencia la encuentra incrustada en medio
de los cactus espinosos, la rescata y luego la
acerca a su cuerpo y abruptamente le rompe una pierna. Luego la
entablilla y la lleva sobre sus hombros. Se espera que durante este periodo de
restauración, la oveja deje de extraviarse y dependa completamente de su
pastor.
La
palabra confortar que encontramos en
la prosa poética de este salmo tiene que ver con restauración. Charles Swindoll
explica:
El
término se basa ligeramente en la idea del arrepentimiento, de volver atrás,
solo que en este caso, esto no lo hace la oveja sino el pastor. Cuando él se da
cuenta de que una de sus ovejas se ha perdido, el pastor decide restaurarla o
regresarla al rebaño, llamándola por nombre y esperando escucharla en el
desierto. La oveja extraviada es restaurada a la comunión que tenía...[1]
Cuando
David compuso este precioso salmo era un hombre anciano. Había vivido
muchas experiencias de aciertos y desaciertos. David (la oveja del salmo) tuvo
un desacierto descomunal, se descarrió del camino correcto y fue tras las seductoras praderas del adulterio y terminó
hundido entre los espinosos cactus de la
culpabilidad y la vergüenza. No solo se
acostó con Betsabé, sino que además ordenó matar al legítimo marido. Todas
estas espantosas equivocaciones arrojaron a David a vivir una temporada de horrible opresión. Vivía con una conciencia
que le aterraba las veinticuatro horas del día…
Era
una opresión horrible, un tormento de conciencia. Día y noche sentía la pesada
mano de Dios… Sus noches eran de insomnio. Podía ver su pecado escrito en el
techo de su habitación mientras daba vueltas en la cama. Lo veía escrito en las paredes. Lo veía en el plato cuando
trataba de tomar algo de comida. Lo veía en los rostros de sus consejeros. Era
un esposo desagraciado, un padre irritable, un pésimo líder, un compositor
estéril...[2]
Supurando
dolor por sus pecado, David necesitaba ser confrontado y confortado. Ambas cosas llegaron para David luego de doce
meses de su pecado. El Señor, el Amoroso Pastor, salió a buscar a la
descarriada oveja e intervino por medio de Natán para restaurar al abatido
David. Natán hizo el trabajo de la manera más apropiada. Primero escogió sabiamente sus palabras y le
contó una parábola, tan pronto como
Natán terminó de relatar la parábola, David estalló en ira y dijo:
…Vive
Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro
tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia. (2 Samuel 12.5-6)
Luego
Natán sabiendo que había llegado el momento
correcto, lo confrontó diciéndole: «…Tú
eres aquel hombre…» (v.7). La confrontación continuó por parte de Natán,
quien hablando en nombre de Dios le
señaló las consecuencias de su pecado. Luego de la confrontación, David
confiesa su pecado y recibe el perdón de Dios. «Entonces dijo David a Natán:
Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu
pecado; no morirás». (v. 13). Con estas
últimas palabras el descarriado David fue restaurado por Dios.
¿Qué
pastizales atractivos de la vida le han desviado
a usted del cuidado de su Creador? ¿Se encuentra
lastimado entre los cactus espinosos de la vida a raíz de malas decisiones o pecados
cometidos? El salmo 23 fue compuesto con la intención de demostrarnos que para
Dios no hay ningún hombre demasiado descarriado que Él no desee restaurar. El Señor
está dispuesto a descender hasta el más frondoso despeñadero que hayamos caído en la vida y aliviar con su
divina gracia nuestras culpas. Nuestras vergüenzas.
Nuestros pecados. Solo tenemos que dejarnos tomar de sus manos y permitir que
nos restaure como lo hizo con David, y como lo ha hecho con todos los descarriados
de este mundo que aceptaron ser confortados por el Divino y Amoroso Pastor.
[1] Charles Swindoll, viviendo los salmos (Alabama, El Paso,
Texas: Editorial Mundo Hispano, 2013), 83.
[2] Charles Swindoll, David: un hombre de pasión y destino (El
Paso Texas, EE.UU.: Editorial Mundo Hispano, 2010), 218,219.
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