miércoles, 12 de septiembre de 2018

SALMOS 23: SU CUIDADO PROVEE RESTAURACIÓN



Confortará mi alma…Salmos 23.3a

De vez en cuando una oveja del rebaño se sentía atraída por otros pastos y terminaba distanciándose del rebaño. Sin un rumbo fijo aquella oveja se encaminaba y a veces la seguían algunas otras. Cuando la noche caía con su tenebrosa oscuridad, los lobos hambrientos comenzaban a ir en busca de su presa. Ahora el pastor cuenta sus ovejas y las llama por su nombre. Se da cuenta que falta una de ellas y decide ir a buscarla. Va una y otra vez buscándola hasta encontrarla. Con frecuencia la encuentra incrustada en medio de los cactus espinosos, la rescata y luego la  acerca a su cuerpo y abruptamente le rompe una pierna. Luego la entablilla y la lleva sobre sus hombros. Se espera que durante este periodo de restauración, la oveja deje de extraviarse y dependa completamente de su pastor. 
La palabra confortar que encontramos en la prosa poética de este salmo tiene que ver con restauración. Charles Swindoll explica:
El término se basa ligeramente en la idea del arrepentimiento, de volver atrás, solo que en este caso, esto no lo hace la oveja sino el pastor. Cuando él se da cuenta de que una de sus ovejas se ha perdido, el pastor decide restaurarla o regresarla al rebaño, llamándola por nombre y esperando escucharla en el desierto. La oveja extraviada es restaurada a la comunión que tenía...[1]
Cuando  David compuso este precioso  salmo era un hombre anciano. Había vivido muchas experiencias de aciertos y desaciertos. David (la oveja del salmo) tuvo un desacierto descomunal, se descarrió del camino correcto y fue  tras las seductoras praderas del adulterio y terminó  hundido entre los espinosos cactus de la culpabilidad y la vergüenza.  No solo se acostó con Betsabé, sino que además ordenó matar al legítimo marido. Todas estas espantosas equivocaciones arrojaron a David a vivir una temporada de  horrible opresión. Vivía con una conciencia que le aterraba las veinticuatro horas del día…
Era una opresión horrible, un tormento de conciencia. Día y noche sentía la pesada mano de Dios… Sus noches eran de insomnio. Podía ver su pecado escrito en el techo de su habitación mientras daba vueltas en la cama. Lo veía escrito  en las paredes. Lo veía en el plato cuando trataba de tomar algo de comida. Lo veía en los rostros de sus consejeros. Era un esposo desagraciado, un padre irritable, un pésimo líder, un compositor estéril...[2]
Supurando dolor por sus pecado, David necesitaba ser confrontado y confortado.  Ambas cosas llegaron para David luego de doce meses de su pecado. El Señor, el Amoroso Pastor, salió a buscar a la descarriada oveja e intervino por medio de Natán para restaurar al abatido David. Natán hizo el trabajo de la manera más apropiada. Primero escogió sabiamente sus palabras y le contó una parábola,  tan pronto como Natán terminó de relatar la parábola, David estalló  en ira y dijo:
…Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia. (Samuel 12.5-6)
Luego Natán sabiendo que había llegado el momento correcto, lo confrontó  diciéndole: «…Tú eres aquel hombre…» (v.7). La confrontación continuó por parte de Natán, quien  hablando en nombre de Dios le señaló las consecuencias de su pecado. Luego de la confrontación, David confiesa su pecado y recibe el perdón de Dios. «Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás». (v. 13).  Con estas últimas palabras el descarriado David fue restaurado por Dios.
¿Qué pastizales atractivos de la vida  le han desviado a usted del cuidado de su Creador?  ¿Se encuentra lastimado entre los cactus espinosos de la vida a raíz de malas decisiones o pecados cometidos? El salmo 23 fue compuesto con la intención de demostrarnos que  para Dios no hay ningún hombre demasiado descarriado que Él no desee restaurar. El Señor está dispuesto a descender hasta el más frondoso despeñadero  que hayamos caído en la vida y aliviar con su divina gracia  nuestras culpas. Nuestras vergüenzas. Nuestros pecados. Solo tenemos que dejarnos tomar de sus manos y permitir que nos restaure como lo hizo con David, y como lo ha hecho con todos los descarriados de este mundo que aceptaron ser confortados por el Divino y Amoroso Pastor.  




[1] Charles Swindoll, viviendo los salmos (Alabama, El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 2013),  83.
[2] Charles Swindoll, David: un hombre de pasión y destino (El Paso Texas, EE.UU.: Editorial Mundo Hispano, 2010), 218,219.


No hay comentarios:

Publicar un comentario