En el devocional de hoy aprenderemos que
para vivir a la luz de la eternidad, debemos tener presente que un día
compareceremos ante el tribunal de Cristo. Este es el primer recordatorio que necesitamos
tener en mente si no queramos que nuestro corazón viva afanado por las cosas temporales
y vanas de este mundo. Ser consciente que un día estaremos cara con nuestro Señor
y que seremos juzgados ante él, puede ayudarnos a mantener nuestro enfoque en
lo eterno. ¿De qué cosas nos juzgará el Señor?
En
primer lugar el juzgará nuestras obras.
«Porque
es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo» 2 Corintios 5.10
(RV-1960)
¿Es este un juicio de condenación? No.
Los creyentes se presentarán ante el tribunal de Cristo no para ser condenados
porque Romanos 8.1 enseña que
«…ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús». La palabra
griega “bema” que se usa para la palabra tribunal y que se refiere a la
plataforma elevada en la que se colocaban los atletas victoriosos para recibir
su corona luego de los juegos olímpicos; explica que no se trata de comparecer
ante el Señor para condenación sino para recompensación. La razón de comparecer ante el gran bema de Cristo, es para que las acciones
de los creyentes realizadas durante su ministerio terrenal sean juzgadas y
recompensadas.
En
segundo lugar, el Señor juzgará nuestras
intenciones.
«Así
que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual
aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de
los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios» 1 Corintios 4.5 (RV-1960)
La primera advertencia en este versículo
va dirigida a quienes tienen la grave tendencia de usurpar el trono de Dios
para juzgar a los demás. En la última parte del verso 4 de este mismo capítulo,
Pablo, dice: «…el que me juzga es el Señor».
Luego añade que no se debe juzgar antes de tiempo (V.5). Ningún veredicto humano es válido para Pablo,
y tampoco para nosotros; solo lo que decrete el Señor en su segundo regreso
tendrá un alto significado ¿Por qué? Porque el Señor es el único capaz de sacar
a la luz lo oculto, lo que no se puede ver. Es el Señor quien en su tiempo
«manifestará las intenciones de los corazones».
William Barclay, escribió: «El hombre ve
la acción, pero Dios ve la intención. Muchas acciones que parecen nobles puede
que se hayan realizado por los motivos más egoístas e innobles; y muchas
acciones que parecen rastreras se han llevado a cabo por los motivos más
elevados. El Único, que puede juzgar el corazón es el que lo ha hecho y es el
único que lo conoce».
En
tercer lugar el Señor juzgará nuestras
palabras
Más yo os digo que de toda palabra
ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Mateo 12.36-37 (RV-1960)
Pero yo les digo que en el día del
juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan
pronunciado. Porque por tus palabras se
te absolverá, y por tus palabras se te condenará.» Mateo 12.36, 37 (NVI)
El tercer aspecto que se juzgará en el
tribunal de Cristo tiene que ver con las palabras. Las conversaciones sin
sentido, las charlas inútiles, los diálogos inmorales, las pláticas morbosas y
saturadas de chismes. Todas estas clases de conversaciones serán juzgadas un
día por el Señor.
Los que alguna vez vieron la película
“El Gladiador”, han de recordar los momentos previos en que el general romano
Máximo Décimo Meridio; antes de comenzar
la lucha contra los germanos al dirigirse a sus legionarios pronuncia este
breve pero significativo discurso:
Dentro de tres semanas yo estaré recogiendo mis
cosechas. Imaginad donde querréis estar y se hará realidad. Manteneos firmes,
no os separéis de mí. Si os veis cabalgando solos por verdes prados, el rostro
bañado por el sol, que no os cause temor. Estaréis en el Elíseo (paraíso) y ya
habréis muerto. ¡Hermanos! Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la
eternidad.
La última expresión de tan breve pero
elocuente discurso, describe con precisión la verdad bíblica que un creyente
nunca debe dejar pasar por alto: Lo que hacemos en esta vida, tiene
repercusiones eternas. Nada más cierto no solo para los creyentes, sino para
cualquier persona que proyecta su sombra sobre este mundo.
TRES PREGUNTAS DE
DIMENSIONES ETERNAS
¿Estás usando tu tiempo
a la luz de la eternidad?
¿Es Cristo el rey de su
vida en sus pensamientos, acciones y palabras?
¿Qué harías si supieras
que Jesús viniera dentro de 24 horas?