José… ¿Puedes apagar el televisor y prestarme
cinco minutos de tu tiempo? ¡Solo cinco! ¿Acaso es mucho pedirte? Claro, para
mí no tienes tiempo, pero para otras cosas sí. Para estar en la calle con los
amigotes, sí. Para todo tienes tiempo…menos para mí y para mis hijos. Cuanto
tiempo hace que no conversamos, no salimos juntos. Al menos sal a pasear con
tus hijos, o llega y pregunta por ellos. Habla con ellos; al menos dedícales un
poco de tu tiempo. A mí, ¡ignórame! si quieres, total ya me estoy acostumbrando
a tu indiferencia. ¿Cuántas veces estas palabras le han sido familiares en su
relación matrimonial?
Tal vez usted sea parte del grupo numeroso de
esposas que prácticamente han perdido la cuenta de las ocasiones en la que han
tenido que suplicarle a su esposo para que le mostrase un poco de amor, de
atención y de compresión sin obtener resultados favorables.
Me gustaría a través de estas cortas líneas
ayudarle a resolver este frecuente problema que azota miles de matrimonios.
En primer lugar, le diré: Lo que NO debe
hacer
*
No haga
súplicas, no se humille
*
No se ponga
a criticarle
*
No lo regañe
como si fuera un muchacho chico
*
No hable
quejándose
*
No le llene
de acusaciones
Cuando usted hace esto, logra generalmente
que su esposo se sienta acosado y provocado y lo que él hará naturalmente es
gruñir y ponerse a la defensiva. Posiblemente al sentirse acorralado explote en
ira y comience a decir y hacer cosas fuera de lo sensato.
En segundo lugar, pruebe hacer lo siguiente
(Lo que SI debe hacer)
*
Escoja un
momento donde el esposo este calmado
*
Escoja
conversar en un lugar donde ni usted ni su esposo sean interrumpidos
(preferible lejos de los hijos y del trabajo)
*
Escoja una
manera prudente de hablarle. Evite que la conversación se convierta en un
ataque personal.
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